Como
siempre la justicia –considerando que por si misma, al menos en México, resulta
sumamente hilarante su sola mención- se vio opacada por la burocracia, cosa
triste en realidad pues, con lujo de detalle pudimos ser “testigos” de las
condiciones bajo las que se sucedió la detención del capo mayor de los zetas, el
afamado Z-40, a quien sus captores, sin demasiada faramalla, le brindaron todas
las comodidades propias de los estatutos establecidos por la comisión nacional
de derechos humanos.
Entiendo
perfectamente que, las autoridades y organismos involucrados directa o indirectamente
con semejante detención, no podían –no pueden- poner en riesgo tal avance en
materia de seguridad, sería ridículo –como ya lo ha sido anteriormente- tener
que dar marcha atrás a un proceso legal de tal envergadura por un pequeño descuido.
Entiendo
también que, la detención de un personaje tan peligroso y tan buscado, atrae como
miel a las hormigas a un sinnúmero de periodistas, quintacolumnistas, amarilleros,
investigadores, vocales, ejecutores de derechos humanos y anexas, de todo el
mundo quienes, dispuestos a todo por obtener un poco de atención de los
reflectores más luminosos del planeta, podrían sin más, estropear, con la mano
en la cintura, todo lo conseguido.
Lo
que no entiendo en verdad, es como puede cualquier gobierno hacer alarde de su
perfección en materia de derechos humanos en lo tocante a la captura y proceso
legal de un personaje al que se le atribuyen al menos 200 homicidios –sin contar
el tráfico de armas y sustancias ilegales-, cuando puede presumir también de un
descomunal número de procesos criminales arbitrarios donde se pasó, más de una
vez, por encima de los derechos humanos de el presunto culpable –digo yo, al
final, fuimos muchos los que vimos el documental de “Abogados con cámaras”,
donde sin lugar a dudas, quedó al descubierto la disfuncionalidad de nuestros
ejecutores de las leyes ¿o me equivoco?-
Si
un mexicano promedio es descubierto robándose un bolillo y un litro de leche –sin
considerar la falta de empleos o el exceso de pobreza extrema en que nos tienen
sumergidos-, el peso completo de la “ley” caerá sobre sus hombros como una
indetenible tromba, bajo el alegato de haber violado los cánones de la
civilidad, pero, ¿qué pasaría si a ese desgraciado ladrón de bolillos lo
siguiera una manada de reporteros y abogangsters de las más lujosas esferas?
Por
favor, no malinterpretes mis palabras amigo leedor, no estoy, por ningún lado,
haciendo menos el trabajo de quienes pacientemente se dieron a la tarea de
acechar y capturar al zeta mayor, por el contrario, aplaudo sonoramente y hasta
de pie –sin sorna alguna de por medio- tanto los esfuerzos de inteligencia
realizados, como el despliegue militar y policíaco, como el presunto resultado
final de la operación –digo presunto porque aún no se define nada al respecto
del futuro legal del señor Z-40 y sobre todo porque no podemos olvidar que, en
la larga historia de las detenciones más famosas de México, relucen también,
grandes escapatorias por la vía legal, por la vía diplomática, por la vía del
nepotismo, por la vía del chanchullo y
por supuesto también, por la vía de la incompetencia-
Debemos
estar conscientes de la gravedad de esta situación, las leyes mexicanas urgen
una reestructuración inteligente y una limpieza profunda –demasiado profunda-,
porque no es justo que se comporten salvajemente con quienes vivimos en la
legalidad –personalmente he tenido la oportunidad de presenciar y vivir su
salvajismo desmedido, propio de una educación deplorable- para terminar besando
manos internacionales –igual de sucias que las propias- y rindiendo pleitesías
innecesarias.
Si
te robaste una gallina y te descubrieron, si mataste a una o a mil personas y
te lo pueden comprobar, si traficaste drogas y te vieron, si dijiste groserías
y te escucharon, si le robaste a tu pueblo mientras lo gobernabas, debes sufrir
las consecuencias, sin amenazas, sin insultos, sin calentaditas, sin torturas y
sin que nadie viole tus derechos humanos, mientras las cosas no mejoren para
quienes le damos de tragar a nuestras autoridades, todos deberíamos llamarnos Z
y apellidarnos 40.
¿La
broma de la semana?, la familia Granier Calles haciendo alarde de su pobre
capacidad para robar –les descubrieron las 781 operaciones en efectivo por más
de cien millones de pesos- y el peso de la ley brillando por su ausencia.
Antonio de la Vega, Comunicación
Nunca está de más hacer estos señalamientos, por otra parte tan de viejo cuño. Desde que tengo uso de memoria tales distingos son historia de todos los días.
Antonio de la Vega, Comunicación
Nunca está de más hacer estos señalamientos, por otra parte tan de viejo cuño. Desde que tengo uso de memoria tales distingos son historia de todos los días.