Uno de los temas fundamentales para producir un cambio real en la situación actual del mundo está en poner claro el objetivo de la humanidad, y especialmente de los cristianos. Como en una enfermedad, si no disponemos de un buen diagnóstico será imposible establecer el tratamiento adecuado y, por tanto, sanar al paciente. De la misma forma, si no hacemos un claro análisis de las causas de la situación actual y marcamos los objetivos a conseguir, jamás saldremos de aquí, pues puede darse el caso de que estemos haciendo justo lo contrario de lo que se necesita. A mi parecer es eso lo que está sucediendo: hacemos lo que nos sumerge más y más en la crisis civilizatoria que nos consume. Especial atención merece lo que los cristianos estamos haciendo, pues tenemos además el Evangelio como norma y guía y, por tanto, deberíamos estar más clarificados en nuestras posiciones. Creo que Francisco está reconduciendo la barca de Pedro hacia el rumbo que había perdido, el del Evangelio, y lo está haciendo con una brújula muy clara: la pobreza, la sencillez, el servicio y la entrega. Pues bien, creo que falta dar un giro radical a las posiciones eclesiales, tanto de la jerarquía como de las instituciones mal llamadas de caridad de la Iglesia. Hemos de embarcar a toda la comunidad cristiana, al menos a los más de 1.000 millones de católicos, en una lucha sin cuartel contra la riqueza, no contra la pobreza, como medio para construir una realidad verdaderamente humana, que será a la vez el Reino de Dios predicado por Jesús, reflejado en los Evangelios y motor de un verdadero cristianismo.