El Diario “The Economist” publico el 18 de abril
del 2013 un artículo que retrata de cuerpo entero a un grupo de Senadores,
ligados a la Concertación. No debiera de desecharse por parte de la clase política
este análisis imparcial y objetivo de un importante medio informativo internacional,
pues describe con plena certeza el acto de “vendetta” política contra el actual
gobierno de Chile, por parte de la Concertación y que venga de esta forma la
destitución de Yasna Provoste del cargo de ministra de educación del Gobierno
de Bachelet en abril del 2008. La diferencia substancial en el caso de la destitución
de Provoste, es que su acusación se centro en irregularidades en subvenciones
escolares y que fuera detectado por la Contraloría General de la Republica, es decir,
un hecho comprobado y tangible. En el caso de Beyer, la acusación se centra en
un hecho subjetivo y que carece de base sustentadora.
HARALD
BEYER es un tipo de persona sin pretensiones. Antes de convertirse en ministro de Educación de Chile, trabajó
durante más de 20 años en el “Think Tank”
Centro de Estudios Públicos (CEP). Ha publicado trabajos sobre la
desigualdad, el mercado de trabajo y, sobre todo, la educación. Es justo describirlo como un “nerd de la educación. Hay pocas personas en el país que saben tanto sobre el tema como él.
El Sr.
Beyer no pertenece a ningún partido político. Él aconsejó a la presidenta socialista Michelle Bachelet en su
política de educación en 2006. En 2011 se convirtió en el
tercer ministro de Educación de Sebastián Piñera, el actual presidente, de
centro-derecha. Como ministro elimino la tasa
de interés que los estudiantes pagan por sus préstamos universitarios CAE) del
6% al 2%, y logro contar con más dinero disponible para becas para estudiantes
con escasos recursos. Él envió un proyecto de ley al
Congreso para establecer un regulador de la educación superior, y trató de
aplacar a los estudiantes de Chile, que durante los dos últimos años han
protagonizado grandes protestas en favor de una reforma educativa radical.
Nada
de esto parece importar a los miembros del Congreso de Chile, al menos los de
la oposición de centro-izquierda, la Concertación. El 17 de abril se iniciaron las
discusiones en el Senado, por la acusación constitucional contra Beyer,
finalmente el 18 de abril la postura de destituirlo de su cargo gano por 20
votos a favor y 18 en contra. El Senado cuenta con mayoría de la Concertación,
por ende su destitución era previsible. La acusación se focaliza en su desidia en
su rol de ente fiscalizador de las universidades. Previamente, la acusación había
sido votada en la Cámara de Diputados y donde logra su aprobación con los votos
de partidos minoritarios.
Como
resultado de la acusación, el Sr. Beyer está impedido de cargos públicos por
cinco años.
Es
cierto que el Sr. Beyer presidió un sistema educativo imperfecto, plagado de
irregularidades financieras. Tal vez podría haber hecho más para regularlo. Pero lo mismo podría decirse de sus dos predecesores en el
Gobierno de Piñera, o de hecho de
cualquier ministro de Educación de los 20 años anteriores, cuando la
Concertación estuvo en el poder.
El
voto huele venganza. Hace cinco años, fue destituida
la ministra de Educación de la Concertación, Yasna Provoste. Muchos políticos de la centro-izquierda, no han perdonado esta
destitución. La acusación también tiene un fuerte olor a
electoralismo. Los chilenos elegirán un nuevo
presidente en noviembre de este, y las campañas ya están recrudeciendo sus
acciones partidarias.
Los
chilenos se merecen algo mejor de sus legisladores, y lo saben. El 5 de abril Adimark, una ONG encuestador, publicó un estudio que muestra
que los índices de aprobación de la Cámara de Diputados y el Senado estaban
cerca de sus mínimos históricos, al 16% y 20% respectivamente. Cuando los congresistas destituyen a buenos ministros, con el afán de ganar puntos
políticos, aumenta la falta de confianza pública en los parlamentarios y eso no
debe extrañar.
Fuente: Diario The Economist (18 de abril del 2013).