Una vez más, el colectivo de inmigrantes vuelve a ser el foco de atención de cara a unas elecciones. Está claro que es algo que funciona. Al PP en Cataluña la jugada le salió redonda la última vez ganando cinco escaños más que en las anteriores elecciones. Porque todos lo sabemos: los inmigrantes han venido claramente a invadirnos. Diría más aún: los inmigrantes han venido a quitarnos nuestro trabajo. Y encima no contentos con ello saturan nuestros servicios públicos, sobretodo la sanidad y la educación. Y además lo que faltaba, que luego vienen aquí para delinquir, háyase visto tanto morro. Estas personas son poco menos que despreciables, y en especial los moros que se creen que pueden venir aquí a construir mezquitas y imponer el burka.Da igual que no exista ningún estudio que confirme alguna de las afirmaciones que dictan una y otra vez desde los sectores más conservadores. De hecho da igual que los estudios indiquen precisamente lo contrario (el último de ellos, un estudio elaborado por la Caixa que examina entre otras cosas la utilización de los servicios por parte del colectivo de inmigrantes, con los siguientes datos: a pesar de suponer el 12% de la población actual tan solo un 5,6% son responsables de la utilización de servicios públicos) porque en el juego político los datos son lo de menos, o si se usa alguno, que sea por el bien del mensaje, independientemente de si se tiene una información sesgada de la situación. Por conseguir un escaño, o dos, o los que sean, toda demagogia al respecto es poca. Y lo peor de todo: los mismos argumentos se repiten a lo largo de los años, situando la amenaza siempre en el colectivo más débil, el que, precisamente, tiene menos mecanismos de poder para defenderse. Es triste que funcione, pero funciona, y muy bien, en tiempos de crisis.