.
Estoy perfectamente consciente que con lo que
voy a contar a continuación voy a parecer abuelito, y eso que no tengo hijos ni
soy casado, pero lo cierto es que las nuevas generaciones, incluso de 30 o 35
años para acá nada saben de esto. Tiempos hubieron en los que los jóvenes nos
podíamos permitir muchos pequeños gustos y "lujitos" que ni de broma
podrían soñar los de hoy, me refiero al hecho de poder hacer práticamente todo
lo que te diera en gana casi sin correr riesgos o corriendo unos muy bajos y
muy poco probables, uno de ellos, que disfrutamos mis hermanos y yo, con
singular alegría es el de poder salir a acampar en pequeños grupos, de hombres,
de mujeres o mixtos y recorrer todos los alrededores del Distrito Federal, de
los estados de Morelos, México, Puebla e Hidalgo, por citar algunos ejemplos. También hubieron algunas escapaditas a la
bellísima Ciudad de Mérida, los Puertos de Progreso, San Bruno y al Estado de
Tabasco, las más de las veces fuimos acompañados por adultos que nos
supervisaban, mas en algunas ocasiones fuimos en reducidas
"patrullas" de 8 o 9 integrantes sin custodia alguna y prácticamente
bajo nuestra propia responsabilidad, durmiendo algunas veces en tiendas de
campaña y en otras, si el clima lo permitía, a cielo abierto, contemplando las
estrellas antes de cerrar los ojos. El
caso es que durante aquellos años, con tantas excursiones y campamentos en los
que lo mismo viajábamos en autobuses de línea que en "aventones" que
conseguíamos a la orilla de la carretera cerrando el puño y levantando el dedo
gordo solamente una vez me tocó sufrir un asalto durante un campamento en la
tercera Laguna de Zempoala, Estado de México irónicamente a manos de unos
"guarda bosques" bastante copeteadones, por no decir borrachos con un
pestilente aliento mezcla de cerveza y vómito, pero con sus escopetas al
hombro, me parece que corría el año de 1973 y de ser así contaba yo con tan
solo 13 años de edad. Como nos dejaron sin un clavo en el bolsillo y hasta
nuestras mochilas, donde traíamos algunas mudas de ropa, cacharros para dizque
cocinar, algunas latas de conservas, lámparas alcalinas, algunas de gasolina y
capucha y párenle de contar, nos regresamos a la Ciudad de México agarrando un
aventón en una camioneta pick up y con un granizo de esos buenos y ya una vez
aquí tuvimos que pescar un par de aventones más para llegar a nuestra base,
como esa salida, lo fueron todas las demás, excepción hecha del asalto a manos
de los borrachines mal pagados y desarrapados aquellos que más que asaltantes,
causaban verdadera lástima y parecían más bien hambrientos limosneros con las
botas ya bien "agujereadas "
como "atinadamente"
dijo el Agente del Ministerio Público (M.P) local, quien, por cierto, también
se había echado sus buenas chelas, y toda la cosa".
No, no todo tiempo pasado fue mejor.
Ahora trataré,
espero que con éxito, de sacudirme el mote de abuelito bien ganado a pulso en
el párrafo anterior y es que lo que tengo no es una nostalgia por aquellos
tiempos, sino tristeza por el hecho de que las nuevas generaciones no puedan
permitirse esos y otros pequeños lujitos por el estilo, irse a acampar quizá a
la Playa de Chachalacas o el Puerto de Veracrúz y ahí bailar con toda seguridad hasta las tres o
las cuatro de la mañana en alguna pequeña discoteca del Paseo del Malecón, o
qué sé yo. Simplemente sentarse en una
sala de cine, en compañía de sus padres, a disfrutar de una película sin que de
buenas a primeras una "bala perdida", que al parecer "le llegó
del cielo", "como sin querer queriendo" (casi, casi le faltó decir al Ministerio Público) le arrebate la vida. No, nada de eso,
cualquiera de esas actividades hoy por hoy sería un acto, más que temerario,
verdaderamente suicida. Ya no digamos los asaltos, sino los secuestros, muchos
de los cuáles terminan por convertirse también en actos de tortura mandando
falanges de las manos recién cortadas a la familia para presionarla y asustarla
más aún y en asesinatos, las balaceras que, ya sea por una persecución de las
autoridades, por vendettas o venganzas
entre grupos rivales del crimen organizado luchando por territorios, mercados,
mercancías ilícitas o simple y sencillamente porque a tal cantante de ranchero
que solía cantar en los jaripeos de los pueblos se le ocurrió, nada más por
calenturiento y por sus propios "blanquillos", como diría la señora
de las garnachas de la esquina, irse a meter a la camita de la
"novia" de "X", "Z" o "Y" narcotraficante
y canturrearle, más que cantarle, a la orejita algo así como: "Ahí viene
mi piquito de oro, ahí viene... mi lindo tesoro..." . Día con día, los
asesinatos tienden a ser no solamente más frecuentes, sino más sanguinarios y
despiadados, o al menos así nos lo hacen creer principalmente los noticiarios
de radio y televisión, que dicho sea de paso, las más de las veces parecen más
bien revistas de nota roja, si no es que de plano amarillistas al más puro de
la extinta "Revista !Alarma!" Y bueno, tal clima de inseguridad no
puede, ni debe, atribuírsele a la absurda y torpemente llamada "guerra
contra las drogas", sino más bien a una cada vez más acelerada
descomposición de nuestra sociedad que en algunos casos llega a encontrar
"natural" o "divertido" que para "festejar" a qué
sé yo qué virgencita, aquí, en plena Ciudad de México, se dediquen, en bola a
echar balazos al aire como si estuvieran en alguna estúpida y machista película
del "Indio Fernández", quien por cierto quedó a deber vidas humanas
nada más porque el tipo se sentía "muy machín", o de alguno de esos
otros idiotas que nos crearon la nada
alagüeña fama internacional de "sombrerudos pistoleros, borrachos y
asesinos" por la cuál un pequeñito francés, en su tierra, no me creía que
yo soy mexicano argumentando que "no traes sombrero ni
pistolas". !Válgame! Menudo carnet
de identificación nos han creado a los mexicanos, la verdad sea dicha es que
cada vez que me acuerdo de ello me da muchísima rabia. "Por eso y muchas
cosas más", como dice una cancioncita que hace ya algunos ayeres se
escuchaba mucho por la radio es que pregunto, ¿lo que tengo es añoranza? y respondo
a la interrogante !No! Es más bien un
deseo de cambio, pero no solo de parte de nuestras autoridades, sino de la
propia sociedad mexicana, de nosotros mismos, quiero otra vez una sociedad
honesta, confiable, segura, que inspire,
obsequie y reciba seguridad tanto a propios como extraños, eso es lo que quiero
para nosotros y para las nuevas generaciones. !Nada más! Pero tampoco !Nada
menos!