Un fantasma recorre Europa, el fantasma de la impotencia. Sí, es un fantasma bien distinto de aquel de 1848, es justo el fantasma opuesto, radicalmente contrario, pero su hijo legítimo tras las muchas derrotas de las luchas por el reconocimiento de los que siempre han estado abajo. En Europa, especialmente en esta tierra, el fracaso es debido a la política tacticista y de pactos que se ha llevado a cabo. La inoperancia se ha instalado en nuestras conciencias y ya sabemos que nada que hagamos puede cambiar los parámetros en los que se desenvuelve la actual lucha de las élites por imponer su propia salida a su crisis. Nada podemos hacer y nada puede cambiar el rumbo que se ha fijado para llevar al capitalismo a su última parada: la barbarie absoluta, el capitalismo sanguinario que se impuso en África, Asia y América Latina. Ahora toca a Europa vivirlo, porque esas élites no tienen patria ni bandera, su única patria es su riqueza y su bandera el lujo y el lucro.