Famoso entre los novelistas esotéricos de comienzos
del siglo XX fue Gustav Meyrink, especialmente por su obra EL GOLEM, publicada
en 1915. Pero él jamás hubiese llegado a ser el notable autor esotérico
que fué, si no hubiese sido por una grave depresión y desorientación
existencial que le afectó a los 24 años. La angustia interna fue tan intensa
que tomó una pistola cargada y cuando esta estaba a punto de volarse la tapa de
los sesos, alguien tiró por debajo de su puerta un folleto religioso acerca de
la vida futura del alma después de la muerte. La lectura del folleto y la
coincidencia significativa que acababa de vivir le hizo girar su vida e
investigaciones hacia el mundo oculto, lo místico y lo paranormal. Eso ocurrió
en 1892, habiendo nacido en 1868.
Se quiso dedicar a la banca, pero fracasó, por lo tanto
se dedicó a escribir cuentos de caracter fantástico, mágico y metafísico, y su
situación material empezó poco a poco a mejorar. Se casó en 1905, en 1906 le
nació su primera hija. En 1908 le nació su hijo varón, al que puso Harro
Fortunat. Ese nombre no logró cambiar el oscuro destino de ese hijo, quien a
los 24 años tuvo un grave accidente que lo dejó casi inválido, y se suicidó, a
la misma edad en que el padre hubiese muerto, también por suicidio. Esto
ocurria a mediados de 1932, y ahora Gustav Meyrink no puedo soportar la
pena y falleció el 4 de Diciembre de 1932 a los 64 años.
Extraño regalo de 40 años de vida, pero claramente
orientados a la iluminación espiritual de una época tormentosa en la Europa de
la Primera Guerra Mundial y la Posguerra. Falleció justo un año antes del
advenimiento del Nazismo que acabaría con seis millones de judios como el
propio Meyrink. El propio novelista había tomado conciencia que una Voluntad
Superior había dispuesto que él no se suicidara a los 24 años, pero esa violenta
decisión de su voluntad humana flotó en el eter y ató el destino de su hijo, y
activó su propia muerte poco después.
Este misterio de las sincronicidades está
abundantemente documentado en la Biblia, en la literatura musulmana, y en la
vida de muchos santos. Pero también le suceden a las personas comunes y
corrientes. El científico Wolfgang Pauli y Carl Gustav Jung se dedicaron a
investigar esa clase de hechos, observados por ellos mismos.
Jung definió las coincidencias significativas como la
conjunción de dos o más sucesos cuya coincidencia implica algo más que la
probabilidad aleatoria. Y ese "algo más" indica una especie de
"mensaje" o "signo" que viene de otro plano de la realidad.
Es ya famoso el fenómeno del escarabajo dorado. Una
paciente del Dr. Jung era muy racional y ponía muchas barreras al
tratamiento psiquiátrico del médico en cuestión, de modo que el
análisis terapéutico no avanzaba. Pero en la noche anterior la mujer había
soñado con un escarabajo dorado, y acababa de narrar el sueño a C. G. Jung,
cuando se escuchó un golpe en la ventana del gabinete del doctor. El se
levantó, miró, y vió que el golpe había sido causado por un gran escarabajo
dorado al chocar con el vidrio. Abrió la ventana y el insecto entró
por si mismo al cuarto. Jung lo tomó en su mano y se lo mostró a su paciente,
diciéndole "ahí tiene a su escarabajo dorado".
La impresión fue tan fuerte que la paciente dejó de
resistirse al tratamiento analítico, y recuperó su salud psíquica al poco
tiempo.
El capítulo 24 del Génesis de la Biblia
registra el caso de un criado de Abraham que viaja de Palestina a
Mesopotamia a buscarle una esposa a Issac, entre la parentela del mismo
Patriarca. Viajó con diez camellos y varios servidores. Pero al
finalizar el viaje en la aldea donde vivían los parientes de Abraham no
conocía a nadie, y no sabía por donde comenzar a indagar. Entonces hizo una
oración a El Saday, el Dios de Abraham, y le pidió que al acercarse
al pozo de agua del villorrio apareciera la doncella que él buscaba para el
hijo de su patrón. Y agregó en su plegaria que la muchacha a la que él le
pidiera agua para él, por si misma le afreciera agua para sus camellos.
Unos segundos después de efectuada la plegaria,
apareció Rebeca, la mujer predestinada para Issac. La cual dio agua al hombre y
luego por su propia iniciativa a los camellos, y al preguntarle por su familia,
resultó ser la misma que él buscaba, de los parientes de Abraham. El
hombre y sus acompañantes alojaron en casa de esa gente, y al
saber el propósito del viaje, y al dejar que ella misma decidiera su
destino, resultó que decidió irse a palestina para convertirse en la mujer de
Issac y en la madre de Esaú y Jacob.
En el desierto de Sinaí cuando Moisés lideraba a su
pueblo camino a la tierra prometida, la gente tuvo hambre, y reclamaron a
Moisés, y él, arrodillado, oró a Yahvé, y a los 15 o 20 minutos apareció en el
cielo una inmnensa bandada de codornices, tan abundante que volaban casi a
ras de tierra, cubriendo el campamento, y el pueblo las capturó y tuvo
comida para varios días.
En el Nuevo Testamento se narra el milagro de la Pesca
Milagrosa, que obligó a San Pedro a ponerse de rodillas delante de Jesús, y a
decirle, Apártate de Mi, Señor, que soy hombre pecador, pues sintió la mano de
Dios en ese prodigio de cientos de peces capturados, cuando habían pasado toda
la noche sin pescar nada.
Un fenómeno semejante ocurrió en la costa de
California, en la Playa de Encinitas, al sur de los Angeles, en 1949.
Un grupo de pescadores, hacia las diez de la mañana,
atracaban su barca, vacía, y se preparaban para volver a sus casa, tras una
noche de vigilia inútil en altamar. Venía paseando por la playa el gran yogui
Paramahansa Yogananda, y conversó con los hombres, cansados de su faena
fracasada. "No hay peces" fue la sentencia de ellos. Y el Maestro,
mirándolos les dijo: "No abandonen la esperanza, ¿por que no lo intentan
una vez más?". Se miraron unos a otros, miraron al swami que les sonreia,
y salieron una vez más. Y ahora el mar fue muy generoso con ellos, retornaron
con la barca llena de peces. El lago de Genesaret de Galilea era ahora el
Océano Pacífico.
Debo hacer notar que este swami había tenido
importantes visiones de Jesucristo varias veces, y precisamente una muy
notable, en que conversaban cara a cara con el Maestro Galileo, en su oficina
del Ashram de Encinitas que estaba a pocos pasos del lugar de atraque de esos
pescadores.
Al físico nuclear austríaco, ya mencionado antes,
Wolfgang Pauli, le ocurrió que en su último año de vida observó que en sus
cálculos le estaba saliendo la cifra 1/137. Y no podía resolver el acertijo
matemático, era como una pared impenetrable. De repente se enfermó y tuvo que
hospitalizarse, y en la clínica, cuando iba entrando en el cuarto que le fue
asignado, vió que era el 137. Y dijo, "ya no saldré de aquí, es el
final". Efectivamente, pocos días después falleció.
Y Carl Gustav Jung, cuando falleció en su casa a los
85 años de edad, en junio de 1961, en el mismo instante que su alma abandonaba
el cuerpo, tras una gran misión cumplida, cayó del cielo un rayo que partió el
árbol del jardín donde él se sentaba a meditar casi todos los días. Y cómo a él
le encantaba la mitología, si se hubiese enterado, habría dicho: "Zéus ha
hablado y el Olimpo se ha abierto para mi". ..... .-