. Tan sofocante panorama contrastaba fuertemente con el paisaje nevado que podía contemplarse tras los cristales de una amplia vidriera a su izquierda.
-Buenos días, padre, ¿ya estáis trabajando a estas horas de la mañana? – preguntó un jovenzuelo que asomaba por la puerta del desván donde el geógrafo había instalado su estudio.
-Buenos días, hijo. Hay que aprovechar la luz solar, y más en un día como este. El joven se asomó sobre el hombro del dibujante. -Qué estampa tan hermosa… ¿Qué representa? -Es un Mapamundi, el primer Mapamundi verdadero de toda la Historia – contestó el hombre, con un gesto de orgullo. -Pero vos ya tenéis otros Mapamundis – le replicó el joven, señalando un gran mapa colgado en la pared. -Ah, ese… Es el Mapamundi de Ptolomeo; pero solo representa una parte del Antiguo Mundo: Europa, el norte de África y las tierras más cercanas de Asia… Solo un sector de la esfera. Menos de la mitad de su hemisferio norte. Pero ahora, gracias a los últimos descubrimientos de los navegantes castellanos y portugueses, he podido completar los mapas de Ptolomeo en un verdadero Mapamundi. Mira – le dijo, señalando diversos puntos del gran dibujo - : El sur de África, el extremo de Asia, con Catay y Cipango… y el Nuevo Mundo. -Sí, padre, pero aún quedan algunos países por descubrir. Ahí, en muchos puntos, habéis puesto “Terra Incógnita”. -Claro, todavía falta por completar el conocimiento de distintos rincones de nuestro orbe, pero en líneas generales ya sabemos cómo es toda la esfera terrestre. -Entonces, el mundo es una esfera… Pero vos lo dibujáis en un plano. Y el geógrafo sonrió condescendiente. -Porque lo he representado mediante una proyección por motivos prácticos. Imagina un cilindro vertical cuyo diámetro coincide con nuestro ecuador; proyecta sobre él los continentes y después lo despliegas y conviertes en un plano. Mira, si navegaras por aquí y llegaras al final del mapa – y señaló el extremo izquierdo del dibujo -, aparecerías por aquí – e indicó el extremo opuesto, mientras el muchacho sacudía la cabeza, no del todo convencido. -¿Y estas tierras entre Asia y Europa? ¿Por qué las llamáis “Tierras Americanas”? -Pues porque ha sido un navegante italiano al servicio de Castilla, Américo Vespucio, quien las ha cartografiado, dándolas a conocer. -Pero, ¿ha sido él quien las descubrió? -No exactamente. El primer navegante que llegó allí fue un tal Columbus, pero creía haber dado con Asia… -Sin embargo, padre, al leer “Tierras Americanas”, la gente llamará “América” a ese nuevo continente. Y el cartógrafo se encogió de hombros. -¡Narices! ¡Pues que espabilen! O que sea el Papa o el Emperador quien bautice a este nuevo continente. Yo soy solo un cartógrafo - y miró de soslayo al muchacho que ya se retiraba camino del desayuno -… ¡Condenado crio!“Eureka” por Miguel Ángel Pérez Oca.