Relato "El Psicoanalista" por Luis Alfredo Ramírez Bustamante

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En las afueras de Socopó, estado Barinas, hace muchos años (cuando no había ocurrido la expansión demográfica) se suscitó un caso siniestro, para nada típico del gentilicio andino. Una nochebuena se presentó en la Comisaría municipal un viejo campesino que se identificó como labrador en la zona. La policía tomó su declaración y transcribió en el acta, más o menos, lo siguiente:

A las seis de la tarde una mujer apareció en la finca de mi hermano. Vestía una bata blanca reluciente, su peinado acababa en moño y sonreía apasionadamente. Comentó a los peones de un niño que estaba buscando desde hacía un par de años por aquella zona. La mujer, al parecer, había desaparecido y cuando buscaron sus huellas por la playa del riachuelo, no hallaron marcas de pisada.

Nadie en la comisaría en su sano juicio creería esta historia, pero por algún motivo sufrimos engaño. Más tarde reconocimos en aquel viejo al que se llamaba, por Leyenda, "El Psicoanalista"

La mujer de la que nos habló por su descripción podría preverse era "La Sayona". Pero a decir verdad, nunca la había visto. Eso era previsible. Lo que nunca sospechamos es que fraguaba un fraude contra el Estado, para lo cual usó al mismo Estado como excusa.

Su lógica era la siguiente: argüir que había sufrido una invasión de una mujer que era fugitiva para poder exculpar la salida de emergencia. que le llevaría de fugitivo, ya que horas más tarde encontrarían el cuerpo de una joven en su Hato. Al no recibir credibilidad de la policía, logró abandonar el poblado y, aunque quedara como asesino, se fugó exitosamente de la Justicia penal.

El cuerpo de la occisa mostraba signos de violación. Algo en la frente auguraba algún sacrificio o ritual propio de regiones africanas: una cruz negra tallada con un puñal. Algo de sincretismo pensaron los representantes de la Ley.

Creo que esta historia no debe versar sobre crímenes, ni sobre novela negra. Después de todo esto es un simple relato corto. Además, el autor prefiere fomentar los valores con sus escritos y no la vulgaridad del crimen.

Lo que queda claro de ello es que muchas veces el hombre es más astuto que las normas jurídicas y las usa a su favor. Como muestra, de ello tenemos una visita que recibimos ayer de un viejo ya canudo que encajaba con el perfil del buscado. Al parecer venía nuevamente a poner una queja, decía que había vendido unos cochinos y no había recibido el dinero, pero esta vez, mostraba signos de alzheimer ya que no era tan astuto como antes. Ya no pudo usar sus viejos artilugios. Ni siquiera sabemos el propósito de la denuncia. Por desgracia, se escapó cuando nos aprestamos a arrestarle. Pidió el baño y no volvió. No sabemos cómo escapó; solo sabemos que dejó algo de ADN, unas gotas de saliva en la pared y un sombrero del que colgaban un par de cabellos canos.

He descubierto dos tipos de criminales y antes de renunciar o retirarme, quisiera redactar un libro de criminología: en este reduciría la "actividad" en función al sujeto activo del delito. Por un lado, tenemos los delincuentes que actúan por impulso, aquellos que fácilmente caen en las redes del Estado. Por último, tenemos los Psicoanalistas, hombres y mujeres que se creen más astutos que la Ley y muchas veces, con suerte, la sortean. Estos últimos serían sendos detectives. Pero no importa: a este grupo que llamó los "Psicoanalistas" creo encontrarles una vulnerabilidad. Pierden el control y caen desmoronados. Solo sirven cuando están con la situación bajo control.

Si algún día encuentran a un viejo con un bastón y lo creen un santo lamen urgentemente a la policía, quizá sea un nuevo truco del diablo con botas y bastón para burlar al Karma.

A veces, redacto en mi mente una esquela para el anónimo asesino, o combino elementos novelescos que reconstruyan sus días finales: lo veo recostado en su lecho de muerte, confesando sus pecados ocultos o peor aún, escribiendo un libro para criminales novatos. A veces prefiero no creer en nadie, para evitar chocar con un criminal en mi círculo de amigos. Me he vuelto austero y solitario. Un típico esquimal, quizá para evitarme a mí mismo, quizá por ser un asesino potencial.

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