Relato "La muerte de la literatura" Luis Ramírez Bustamante

https://ellibrodurmiente.org/la-muerte-de-la-literatura-luis-ramirez-bustamante/

 

.org/la-muerte-de-la-literatura-luis-ramirez-bustamante/
-Buenos días señorita.

-Buenos días caballero, ¿qué le apetece? En el menú de hoy tenemos: arepas rellenas, café espumoso y pizza al ajillo.

Aquella mañana estaba agotado de tanto escribir. Había sufrido un bloqueo mental, lo cual perjudicó mi producción artística.

Me encontraba sometido a altos niveles de estrés, producto de mi rompimiento con la nueva corriente social. Hacía mucho tiempo que militaba en círculos libertinos pero desde que se me amenazo con mi expulsión de la fraternidad del amor libre decidí abandonar mis viejas ideas. Ya no frecuentaba aquellas corruptas y mohosas tabernas ni disfrutaba los fines de semana en medio de orgías y risueñas fantasías sexuales. Ahora solo me dedicaba a cultivar mi mente.

Había visto al amanecer un documental en Discovery Channel en el que se disertaba sobre los hipotéticos finales que tendría la civilización humana. En uno de ellos una copiosa actividad anti-cultural desaparecía todo el corpus literario que se encontrase en cualquier rincón del planeta. Desde las Biblias hasta los cuentos de Horacio Quiroga.

Sentí náuseas por ese triste final para nuestra especie. Tras esto, el animalismo feroz -pensé.

Había leído en alguna novela de Dostoievski que un virus infecta la mente de la humanidad y las personas se mataban por defender posturas antagónicas, todos morían creyendo ser sabios y la civilización se autoaniquilaba. Creo que algo de esto fue profetizado por Hawking cuando todos esperaban la gran Guerra Nuclear.

En este estado de ánimo estaba cuando decidí dar un paseo por el Boulevar Saint Martine. Había algo de viento seco. El ambiente era melancólico. Precisamente para escapar del tedio y la soledad fui a ver a aquella joven, rubia y delgada que servía en un lugar frecuentado por miembros de la Intelligentsia. Tras desayunar en el Café "Esmeralda" me marché a casa. En la oficina encendí el televisor y escuché frase por frase, palabra por palabra, sonido por sonido, letra por letra, acento por acento, el bando que las fuerzas del orden anunciaban tras consumar el golpe de Estado contra los que hasta entonces ostentaban el poder. Los grupos libertinos habían impuesto la Ley Marcial y prohibido toda manifestación cultural.

Recordé una novela que había leído cuando aún era un joven, versaba sobre los libros incendiados por los que otrora protegieran no solo libros, no solo infraestructuras, sino también, vidas humanas. La distopía chistosa de tergiversar los roles del hombre, de manipular su comportamiento hasta volverlo absurdo, desnudarlo de todo significado, burlar su conciencia, esta fantasía de múltiples escritores del pasado encontraba cauce en las pilas de bibliotecas fundidas no ya con chorros de agua sino con litros de gasolina.

Suspire previniendo lo peor.

Aún recuerdo aquella conversación con la chica, quizá fuese solo un saludo, pero fue la última para mí, la última en la que puedo evocar al mundo civilizado. Tiene mucha importancia para mí revivir aquella sonrisa, aquel ambiente, mirar en el recuerdo los ojos de los artistas, dramaturgos, compositores y escritores con quienes me crucé aquella mañana apocalíptica y por la misma razón emotiva.

Las aspas de los helicópteros sobrevolaban el edificio. La frustración y el miedo me sofocaban. Recuerdo que apagué temeroso las luces fluorescentes y la habitación se llenó de oscuridad. Alguien ascendía por las escaleras; instantes después tocaban a mi puerta. La abrí y me cercioré con ansiedad que se trataba de la misma joven que había saludado, ella era una traidora, tras de sí, una multitud de lagartijas se abalanzaron sobre mi cuerpo, me pisoteaban, me escupían y sus rostros odiosos execraban mi labor y mi vida.

Recuerdo que era el Día del Libro y del Idioma, también (aunque mi mente fue borrada y formateada, pero claro, ellos no sospechan que escondo algunos libros en un sótano secreto) recuerdo cuanto me dolió ver cómo las llamas envolvían flamantes de gozo cada tomo y cada estante de mi oficina. Al terminar esta infamia creo que me sumergí en un profundo sueño. Al despertar estaba solo en el mundo. Mis padres habían fallecido unos meses antes de esta tragedia, pero nunca creí que mi vida llegaría a tocar fondo.

Puedo hacerles un pequeño informe de los libros que más han sido atacados: aquellos que defendían el Humanismo están prohibidos en Occidente (El Principito ha sido excluido de los pocos almacenes existentes y quienquiera que posea un ejemplar de esta historia para niños será llevado a la Hoguera y juzgado por un Tribunal compuesto por marionetas electrónicas cuya inteligencia artificial se basa en un algoritmo basado en redes neuronales ideado por la Sociedad), los libros que propagaron la idea de Libertad también han sido condenados al olvido (Solzhenitsyn, Victor Hugo, Hayek, la lista es larga), la poesía machista ha sido suprimida a través de Decretos (Pablo Neruda ha muerto en la memoria colectiva de las nuevas generaciones), pero ellos no saben que escondo un secreto que espero no llevarme a la tumba.

En algún rincón de este planeta artificial, quizá en un hoyo desértico a orillas del Mar Muerto, quizá entre las pirámides de Egipto, en alguna resquebrajadura de la Gran Muralla China o en el Kurdistán, en algún punto de América o del África salvaje se esconde el génesis de la Humanidad. Es una lástima que he olvidado el mapa hacia mi pasado y hacia mis raíces, quizá algún ermitaño o asceta logre conectarse con la inteligencia infinita y ser guiado hacia las entrañas del arte y la civilización. La historia de un pasado suprimido por la Ley y la Libertad irresponsable se encontrará en una cueva vulgar, cuyo aspecto no impresionará a nadie, caminará unos diez metros y tras descubrir una sábana se encontrará con la colección que tanto celaba en mi infancia. Una pila de libros y telas al óleo que conservé de mi padre y éste de mi abuelo y éste de mi bisabuelo hasta algún punto en un pasado dorado que creo que olvidé.

A veces me acuesto suspirando por encontrar la Isla del Tesoro en alguna perla del Caribe y sueño que todo es un cuento, una fantasía de un sueño interrumpido en mi infancia, algo que nunca dio el salto al realismo, pero mi fe supera a mi duda, y siempre espero volver a algo que no sé si sea real pero que es mucho mejor que el mundo diurno, es la noche intelectual de la humanidad donde se cultivaron ideas, palabra que creo recordar aunque no estoy muy seguro de su significado, pero que asocio con sueños y ángeles y un cielo azul que creo que solo puedo contemplar en mis sueños porque en mi mundo real todo lo veo gris, en mis locuras creo que nunca más seremos felices sin un libro a la vista y sin un pensamiento entre la vida y la muerte.

 

UNETE



Compartir
Tu nombre:

E-mail amigo:
Enviar
PDF

  • linkedin facebook twitter
  • ©reeditor.com
  • Todos los derechos reservados
  • Avisos Legales