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Reseña realizada por Begoña Curiel.
Huir no es la solución. Incluso en mitad del horror, la buena suerte y la belleza “se buscan”. Y con ayuda, mejor. De hecho, es casi imprescindible. Los protagonistas no me han convencido aunque me gusten las conclusiones de la novela y gran parte del recorrido para llegar a ellas y por supuesto como escribe Rosa Montero. El punto de partida es bueno. Intriga al lector con la sorprendente decisión de Pablo Hernando. Desde el tren en el que viaja ve el anuncio de un piso en venta. Se baja en la estación y lo compra. Sin más. ¿Quién es Pablo? ¿Por qué lo hace? Y además, en un pequeño pueblo tan desolador como su nombre: Pozonegro. Pinta la cosa así de oscura e incierta porque Pablo en realidad pretende “bajarse del mundo”. Si él es la noche, Raluca es el día. Vecina del pueblo que “ilumina” todo. El optimismo y la confianza son su baluarte. Esta es la superficie; Montero irá construyendo a sus protagonistas principales mientras el forastero va conociendo a los parroquianos. Con pequeñas pinceladas se adentra en las profundidades, que de eso trata la novela. Escarbar y escarbar para poder entender. Al principio, sabremos más de Raluca. Lógico porque el misterio de Pablo debe continuar. Otra cuestión es lo creíbles o no que resultan. Son tan, tan simbólicos de las moralejas que argumenta La buena suerte que les otorga cierta cualidad de personajes de cuento. Y los cuentos me chiflan, pero no para una novela. Los secundarios completan el nuevo universo en el que ha caído Pablo. Aunque se esconda, Pozonegro no es el mejor sitio para hacerse invisible. Es lógico que el espectador le considere ingenuo aunque cómo no, tiene su explicación. Al menos para él. ¿Le comprenderemos? Supongo que dependerá del lector. A mí, no me cuadra. Como Raluca. Los dos desconocidos comparten más de lo que imaginan aunque sean polos opuestos. Los pasados son tan aprovechables en la literatura...Y de eso trata La buena suerte. De lo que no se cuenta y se entierra para no sufrirlo o por contra, de cómo puede se puede encauzar una vida si le echas valor. El que le falta a Pablo le sobra a Raluca. Aunque valoro muchísimo la resiliencia, veo en ella una rosa sin espinas; más ingenuidad que fuerza. Abstrayéndome de esta cuestión, es cierto que la novela tiene otros muchos aspectos interesantes por las temáticas que aborda. Maltrato infantil y animal, culpa, terror y odio, distintas formas de amar y en definitiva, maneras de vivir y enfrentarse a la vida aunque se presente retorcida. Pozonegro es la representación de lo mejor y lo peor que existe en el mundo. Y la autora apuesta claramente por los que se aferran desde el fondo de ese pozo a cualquier cuerda que asome. Si se quiere, se puede, nos dice con los ingredientes de este relato y una mirada optimista. La escritura de Rosa Montero constituye uno de los aspectos más atractivos de la novela. Crea o no a pies juntillas el mundo que ha creado, su oficio es indiscutible hecho de frases hermosas incluso durante el relato de tragedias y horror. Porque el trasfondo de La buena suerte, no es precisamente para botar de alegría. Pero la autora ha decidido, y así lo narran sus voces, mirar hacia adelante. Es imposible tapar la parte fea del mundo. No queda otra que quedarse con lo que te haga bombear el corazón. Pero no como superviviente resignado, sino como parte activa del optimismo, del que se trabaja uno mismo. Con eso me quedo, con este mensaje.