Mi encendida veladora
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15/11/2020
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“La de llama imploradora . . .”
Semicónica,
muy lisa,
cilíndrica
se desliza
entre
rezos, peticiones,
suplicantes
oraciones.
Metida
dentro de un vaso
de
cristal, le da un abrazo
a la
fe, a la esperanza,
la
caridad, la bonanza.
Gracias
al más fiel cerillo,
tiene
prendido el pabilo,
arde
con candente flama,
flamante,
cálida llama.
Ya
puse mi veladora,
esa
tan imploradora,
para
Dios, por siempre Eterno,
al
que siento muy fraterno.
Para
la Virgen bendita
que,
en vida, se necesita,
para
el Santo preferido,
de
corazón, requerido.
Además
de algún milagro,
cuando
la enciendo pido algo
por
familiares, amigos,
ruego
con fe, sin remilgos.
Que
estén con bien, con salud,
que
su alma tenga quietud,
la
prendo con devoción,
suplico
por mi nación.
Que
haya trabajo, progreso,
en
general pido eso
con
sentimiento profundo,
hoy, ruego
por todo el mundo.
Que
no suframos más penas,
ni
propias, tampoco ajenas;
en un
proceso tranquilo,
el
fuego quema el pabilo.
Mientras
sucede, sin falta,
la
llama se sobresalta,
como
que tímida ondea,
luego,
hasta se bambolea.
Entre
unos tiernos reparos,
le
salen humitos raros,
parafina
desvanece,
solidez,
por fin, fenece.
La
ausencia queda latente,
triste
olor impregna ambiente;
encendamos
veladoras,
las
ceras imploradoras.
En
iglesias, en altares,
su
luz llegue hasta otros lares,
a los
recónditos huertos
donde
moran nuestros muertos.
Que
velen perenes sueños,
el
letargo de sus dueños,
que
hagan clara la penumbra,
el
cielo también se alumbra.
Plegarias
las acompañan,
el
fervor, piedad, nos bañan,
para éllas
va esta endecha,
que
no se apague su mecha.
Autor:
Lic. Gonzalo Ramos Aranda
Ciudad
de México, a 14 de noviembre del 2020
Dedicado a mi abuelita "Conchita", Concepción Amaya de Ramos (QEPD)
Reg.
SEP Indautor No. (en trámite)