El Estado ya es fallido. Hasta
Pablo Casado fue abducido dentro del concierto socialcomunista: el círculo se
ha completado
Los tribunales Superiores de
Justicia hace tiempo que advirtieron que había un vacío legal en el ordenamiento
jurídico español. De ahí que propusieran la necesidad de elaborar una ley
orgánica que diera respuesta a la situación excepcional de la pandemia. Insisten
los expertos en que este estado de alarma “no puede multiplicar por 3 el periodo máximo del estado de excepción y
las prórrogas no pueden ser por más de 15 días”, recalcaba quien fuera
vicepresidente del Tribunal Constitucional, Ramón
Rodríguez Arribas. Esto ya empieza a ser una tomadura de pelo por parte
del autoritario gobierno de Pedro Sánchez. El pueblo está obligado a parar este
abuso, ya, sin más demora.
En esa misma opinión coinciden muchos otros especialistas y alguno lo
llega a calificar de “estado de excepción aumentado”. Ya se hizo mal una vez y ahora
se incurre en los mismos errores. “Las
prórrogas de un plazo tienen que ser iguales o inferiores”, opina algún especialista y aprovecha a citar la
ley 4/1981 que regula los estados de alarma, excepción y sitio. Está empeñado el presidente en dar de lado
al Parlamento y parece como si le asustara tener que dar cuentas cada 15 días:
sabe que ahora está protegido, pero no siempre será así y habrá que echar
cuentas para ajustarlas, sobre todo por los miles de muertos que apesadumbran a
la población española.
Tengo muy claro que jamás un
presidente había alcanzado el tratamiento de “borde indecente” ni había hecho
tanto daño en tan poco tiempo. A ello hay que añadir el ruin y esperpéntico colaboracionismo
del Partido Popular, en un claro acto de desconcierto, temor al socialismo
cainita, necio necesario y encendido súbdito. Ahora parece que sólo Vox queda
en la oposición, siendo los demás claros apoyos, unos, colaboradores, otros, y
veletas indefinidos, el resto. Ni que decir tiene que incluyo como sujetadores
necesarios a independentistas, proterroristas, nacionalistas y decorativos
miembros unitarios de “satrapías” uniprovinciales.
Ese apoyo incondicional de Pablo Casado
debe ser fruto de su máster descafeinado o de sus faltas al “cole” los días de
la explicación. La vergüenza se ha instalado en el Parlamento y parece que ya
no hacen falta elecciones: el poder son ellos y los demás sobran. Pero
tranquilos porque la ciudadanía volverá a tener la sartén por mango y no
faltarán sartenazos en las urnas. Al tiempo.
Quienes advierten al presidente
del error del estado de alarma sí son expertos juristas. No parece que lo sean quienes
conforman el “comité chistoso” al que aludían Illa, Sánchez y Simón y que
resultó ser inexistente. ¿No saben contar muertos empezando desde el primero y
van a contar expertos? Hasta ahora solo hemos visto y presenciado torpeza,
abuso, desidia y abandono a los más mayores: si con esas credenciales vuelven a
salir en las urnas, entonces es que los españolitos no hemos aprendido nada y
ya no mereceremos aprenderlo.
Nuestras casas ya son nuestras
celdas. El paro aumenta en 400.000 personas desde marzo. Los ERTE siguen sin
pagarse a más de la mitad de gente y en breve, y salvo actividades concretas,
quienes no hayan vuelto a su empresa serán carne de paro de larga duración. La
economía ya no funciona. El turismo y el sector servicios están destrozados. El
Estado ya es fallido. Hasta Pablo Casado fue abducido dentro del acuerdo o
concierto socialcomunista: el círculo se ha completado y ya está cerrado. Si esto
que nos está sucediendo no es la toma del poder siguiendo el represivo manual
marxista, se parece mucho, yo diría que demasiado.
Con oposición tan fiel, que no
fiera, no hace falta más: ya pasan Casado y su gente del estado de alarma
aprobado quincenalmente y están dispuestos a besar cuanto sea preciso por
miedo, falta de perspectiva y abandono a la ciudadanía. Con esas premisas
tendremos “sine die” esta absurda situación de alarma de la que se mofan en
toda Europa: “¿Y España qué ha hecho durante la pandemia, salvo errar permanentemente
en la gestión?”, preguntó Sanna Marin a Pedro Sánchez durante la Cumbre de
presidentes. Si Aznar hablaba catalán en la intimidad, no quiero ni imaginar lo
que harán estos “atropellacarros” sin luz y taquígrafos.
¡Qué desastre de desgobierno!
¡Cuánto calamidad nos ha caído encima! Hace dos meses, el presidente estaba
tumbado al sol y tirándose a su Bartola, a la
vez que incitaba a la ciudadanía a salir a la calles, disfrutar, gastar
y ayudar a que la economía saliera adelante, como si nada hubiera sucedido. No
tengo duda de que nuestros nefastos dirigentes, antes o después, “besarán” los Juzgados por el daño que han cometido,
las mentiras que han atropado y la malversación permanente. Y si no fuera así,
lo mejor será cerrar el país, apagar la luz y tirar los residuos al mar.
La conjunción socialcomunista del
Gobierno actúa como los gobiernos dictatoriales aunque achaquen a otros su
inconstitucionalidad. A poco que se ponga atención y se acerque el oído a la
puerta se puede escucha cómo se acerca el “derecho de pernada”, el atropello de
la ley, el aniquilamiento de los derechos fundamentales y el encarcelamiento de
quien ose enfrentarse al irracional pensamiento único. ¿Y eran los vencejos del Gobierno los
que decían que nadie se quedaría atrás? ¡Joder, qué tropa!