. Pero hijo, para resolver ese problema también puedes emplear otros
métodos. No, es que tengo que utilizar el que me enseñó mi profesor…ϾلϿ>>.
Pero ¿Por qué
ese hijo o hija no aceptan otra forma de solucionar sus tareas escolares? Pues,
en principio, podría deberse a la deferencia cognitiva que los educandos le
otorgan a su docente [1]. Pero, a otro nivel, y en ciertos casos, podría deberse
a algo aterrador, esto es, tener temor de no pasar la asignatura y/o perder el
año lectivo, en el mejor de los casos, por ejemplo. Por cierto, vale decir en
este punto que los padres en el intento de enseñar a sus hijos a razonar no
deberían asumir que sus hijos les otorguen el mismo tipo de deferencia que les conceden
a sus docentes, pues dichas deferencias podrían ser disímiles entre sí de una
manera importante.
Sea lo que
fuere, así, que estuviera fomentando ese compartimiento en ciertos hijos, una
posible forma de superarlo podría ser que ellos aprendieran a racionalizar sus pensamientos,
sentimientos (control de las emociones) y comportamientos, pues sobre todo la supervivencia de aquellos podría estar en juego.
Cuando un hijo
no razona, esto es, no cuestiona, argumenta, critica ni reflexiona puede llegar
a ser presa fácil de distintas situaciones desfavorables para él: ser estafado
o cuenteado, creer en noticias falsas, considerar que toda la información que
se presenta en internet es confiable, no darse la oportunidad de contemplar
otros caminos de vida a parte de los que dictamina su sociedad (incluyendo la
familia, por cierto), o no lograr comprender nuevos aprendizajes.
Ahora bien, si
bien es cierto que el acto de razonar, según algunos resultados de algunos
estudios neurocientíficos [2], sería más desgastante para el cerebro que la
ejecución de otros procesos cerebrales, ya que se supone que ese órgano consume
más energía en dicha actividad que en otras, pero a qué precio según lo arriba
citado.
En contraste
con eso, razonar contribuye a la generación de conocimientos, por ejemplo. Un caso
sobre esto es que por medio de la razón se pudo conocer qué es un triángulo, es
decir, un triángulo es una figura geométrica que está conformado por tres lados
y sus ángulos internos siempre suman 180 grados, al menos dentro la geometría euclidiana.
Pero, no hay que olvidar que la experiencia hace también un aporte importante a
dicha producción.
Entonces, qué
enseñar a los hijos a fin de que ellos puedan aprender a razonar. Pues, saberes
y habilidades relacionados, por ejemplo, con los pensamientos crítico y
reflexivo y, asimismo, con la práctica de la argumentación, meta-cognición e investigación;
que no son, por cierto, competencias que si están de moda o no, sino que más
bien aquellas se requieren para tal cometido. A todo esto, ¿Significa que mis
hijos o hijas no razonan para nada? No, eso no es así. Suelen hacerlo de una
manera espontánea, o de vez en cuando como chispazos de luz, unos más que
otros. Pero, razonar deliberadamente podría hacer, en ciertos casos, la
diferencia entre seguir vivo o no. Esto quizás para usted suene posiblemente
exagerado, mas no estaría demás en decírselo.
Y sí, en
efecto, en la escuela los hijos y las hijas deben aprender las competencias arriba
sugeridas. Pero, resulta al menos en la práctica que eso no siempre sucede.
Puesto que existen profesores de ciertas escuelas, colegios e Instituciones de
Educación Superior (como Universidades, Escuelas Politécnicas, Institutos
Técnicos y Tecnológicos Superiores) de algunos países en el mundo no saben
razonar deliberadamente, por ejemplo [3]. Sí, en efecto, si ellos no lo saben
hacer cómo se supone que estos van a enseñar a sus aprendices a razonar de una
manera intencional. Por tanto, si usted sospecha de que en la institución educativa
a sus hijos no les enseñan a aprender a razonar, sería interesante que usted se
haga cargo rápidamente de solucionarlo, por ejemplo. Pero no solo eso. Los
resultados de ciertos ejercicios podrían darle indicios acerca de si su hijo o
hija sabe o no razonar deliberadamente. Por ejemplo, usted podría pregúntale a
su vástago simplemente lo siguiente: ¿Para qué te sirven las cosas que aprendes
en la escuela? Si su hijo o hija le quedan mirando con un gesto de asombro, o
parecen estar paralizados, o no terminan
de contestarle esa inquietud, entonces, preocúpese (o mejor dicho
ocúpese en solucionarlo) pues podría ser que él o ella no sepan razonar adrede
y/o dispongan de una escasa cantidad de conocimiento por falta de lectura, por
ejemplo.
A continuación
se revisarán un par de ejemplos acerca de cómo enseñar a hijos e hijas a
razonar. Pero antes es importante indicar que hay varios factores que están
involucrados en su proceso de aprendizaje-enseñanza que usted amable lector
debería contemplar [4].
No obstante,
usted obviamente debe saber razonar deliberadamente, pues de lo contrario cómo le
va a enseñar a su hijo o hija a aprender a razonar. Así pues, si no sabe
hacerlo, empiece por aprender usted primero. Efectivamente, el presente escrito
no es un manual de cómo hágalo usted mismo en su hogar. Esto es, no son recetas
las que se exponen aquí, sino más bien pautas que le pueden ayudar con el
cometido en cuestión, claro está, si es que usted decide aceptarlo. Pero si no
quiere hacerlo, pues pida ayuda, por ejemplo, a un especialista o a un experto
a fin de que cualquiera de ellos le puede enseñar a sus hijos e hijas a razonar.
Ahora sí,
existirían mejores condiciones cuando se consideran los temas y actividades que
les interesa a los individuos, al momento de tratar de enseñarles a razonar. Y,
por supuesto, esto no se encuentra al margen de los hijos y las hijas en cuanto
a sus aprendizajes. Por ejemplo, si a su hijo le gustan los videojuegos trate
de conversar con él sobre ellos. Entonces, usted tendría la oportunidad de escuchar
algo parecido a lo siguiente de parte de aquel: papá (o mamá) ya pude pasar de
nivel en mi videojuego favorito.
Y usted a su
vez podría decirle: ¿Y, cómo lo lograste? Luego, su hijo le podría responder,
por ejemplo: tuve que jugar varias veces, y probar diferentes formas. E inmediatamente
le podría preguntar: ¿Y, por qué tuviste que intentar varias veces hasta
lograrlo? Su hijo, entonces, podría decirle: porque lograba llegar hasta un
punto en el juego, y no podía avenar desde ahí. Inmediatamente, le podría
preguntar: ¿Entonces, que hiciste para avanzar?
Su hijo, a
continuación, le podría indicar lo siguiente: observé unos videos en Youtube
relacionados con mi videojuego en donde pude conseguir ayudas (pistas) para
avanzar en mi videojuego. E inmediatamente usted podría pedirle que le
demuestra cómo lo hace al jugar ese videojuego. Esto, asimismo, le ayudaría a
usted a continuar practicando con su hijo, sin que este posiblemente se haya
dado cuenta de lo que habían estado haciendo, esto es, practicar la
argumentación, por ejemplo.
Sí, en efecto,
como ya se dijo antes, a más del aspecto cognitivo, otros elementos, como se
pueden apreciar aunque sea de manera implícita en el ejemplo anterior, como actitudes
y emociones también entran en jugo al momento de enseñar a razonar a otros,
como que los padres puedan llegar a comprender que las cosas que son valiosas
para sus hijos en un momento de sus vidas son diferentes a las cosas que los
padres consideran que son valiosas en ese mismo instante de vida. Esto,
entonces, les podría ayudar a ellos a relacionarse con sus hijos e hijas y, por
ende, podrían enseñarles a razonar, por ejemplo.
Pero, ese sería
el principio, pues una vez que se haya podido cuajar una relación favorable con
sus hijos, al menos en cierto grado, podrían avanzar juntos con esa misma
enseñanza, leyendo un libro, una revista o un periódico, o inclusive viendo videos
de otros temas, por ejemplo.
Sí, en efecto,
hacer eso no es una tarea fácil. Y se va a poner mucho menos fácil cuando se
enteren de que, por lo menos, no sería sencillo, según algunos expertos [5], la
transferencia de competencias adquiridas de un contexto a otro. Por ejemplo, si
sus hijos lograran ciertas competencias al jugar videojuegos, esto no querría
decir necesariamente que así de fácil las podrían utilizar en el aprendizaje de
estudios sociales. Pero, quizás como son sus hijos al menos valdría la pena que
lo intentara.
Otra
oportunidad también podría ser, con el fin de enseñar a los hijos e hijas a
razonar, la que tiene que ver con el siguiente caso: mamá (o papá), te comento
que el otro día vi un ovni. Y mi amigo Panchito me dijo que los ovnis son
extraterrestres que nos están visitando aquí en la Tierra. Siento temor de esos
extraterrestres. ¡Qué gran ocasión para enseñar a los vástagos a cuestionar! Por
cierto, en este caso parte de una de mis anécdotas podría encajar como anillo
al dedo. Un día una persona me dijo lo siguiente: “tú como científico…¿Crees
que hayan Ovnis?”. Entonces, le respondí algo por el estilo: si te refieres
como ovnis a objetos voladores no identificados, estos no podrían estar
necesariamente relacionados con posibles visitantes de otros mundos, pues se
podría tratar simplemente de un balón meteorológico, por ejemplo. Además, le
comenté que si uno no tiene los ojos entrenados, como los de los astrónomos,
entonces uno podría creer ver cualquier cosa. Y él me respondió: “Buen punto.
Siempre se aprende algo. Me gustó lo que dijiste sobre que no está relacionado
con extraterrestres”. Hasta aquí la anécdota.
Ciertamente, un
individuo podría llegar a creer ver cualquier cosa al mirar al cielo, por
ejemplo. Desde naves extraterrestres hasta nubes en formas de elefante que
anunciarían que está próxima una tormenta con una fuerte lluvia (esto último, a
propósito, no es cierto) [6].
Por tanto, una
madre y/o un padre podrían aprovechar las siguientes pautas a fin de que su
hijo o hija empiecen a aprender a cuestionar las cosas de una manera
deliberada, con el fin, por ejemplo, de que él o ella no lleguen a aceptar
ciegamente todo lo que les digan ciertas fuentes de información (o inclusive algunas
inteligencias artificiales): ¿Qué tu comprendes por ovni? ¿Existe evidencia de
vida extraterrestre? Y si es así ¿Cómo sería esa forma de vida? ¿Qué tipo de
evidencia es esa? ¿De dónde esa evidencia procede?
Finalmente, me
permito citar las palabras de un científico en Cronobiología sobre el tema aquí
tratado: “…si queremos una sociedad menos crédula, menos ingenua, debemos
proveerla de las herramientas necesarias
para un análisis crítico a una edad más temprana” [7].
[1]Para más
información, remítase a Cortassa, Carina (2012). La ciencia ante el público.
Dimensiones epistémicas y culturales de la comprensión pública de la ciencia.
Argentina: EUDEBA.
[2]Para más información,
remítase a BBC (2012). ¿Quemamos más calorías cuando nos esforzamos para
pensar? Disponible en:
https://www.bbc.com/mundo/noticias/2012/06/120618_respuestas_curiosos_junio_23;
y a Lareo,
L. R (2006). Costo energético de procesos cerebrales con especial énfasis en
aprendizaje y memoria. Universitas Scientiarum, 11, 2, 77-84.
[3]Para más
información, remítase a Morán Carmen (2001). 'Es importante que los jóvenes
aprendan a razonar y a discutir'. Disponible en: https://elpais.com/diario/2001/04/02/educacion/986162403_850215.html;
Juárez, José e Inzunsa, Santiago (2014). Comprensión y razonamiento de
profesores de Matemáticas de bachillerato sobre conceptos estadísticos básicos.
Perfiles Educativos, XXXVI,
146, 14-29; y a Fabra,
Maria Lluïsa y Argemí, Miquel Domènech (2001). Hablar y escuchar.
Relatos de profesor@s y
estduaint@s. Barcelona: Ediciones
Piadós Ibérica.
[4]Para más información, remítase a
Lipman, Matthew, Sharp, A. M y Oscanyan, F. S. (1992). La Filosofía en el aula.
Madrid: Ediciones de la Torre; Lipman, Matthew (1998). Pensamiento complejo y
educación. Madrid: Ediciones de la Torre; y a Lipman, Matthew (s. f.). Philosophy for children. Montclair State
College.
[5]Para más información, remítase a Renta
Davids, Ana Inés (2013). La transferencia del aprendizaje en contextos de
formación para el trabajo y el empleo (Tesis doctoral). Departamento de
Pedagogía, Universitat Rovira I Virgili.
[6]Para más
información, remítase a Dewey,
John (1989). Cómo pensamos. La relación entre pensamiento reflexivo y proceso
educativo. España: Ediciones Paidós Ibérica S. A.
[7]Golombek, Diego (2014). Las neuronas de
Dios. Una neurociencia de la religión, la espiritualidad y la luz al final del
túnel. Argentina. Siglo Veintiuno Editores.