Preparar el Comercio
Exterior para un nuevo orden mundial
Asumiendo que estamos viviendo un reordenamiento del poder
mundial, que se ha venido evidenciando en la guerra comercial de EEUU y China, a
lo que se ha agregado la complejidad de una pandemia y una profunda recesión
mundial, la estrategia de inserción internacional, tal como se ha vivido desde
1995, se comienza a agotar y amerita ser revisada.
Países
como Chile, que se sumaron al modelo extractivista global, implementando la
desregulación de su mercado, para una apertura irrestricta de su economía
interna, con una débil acción fiscalizadora del Estado, provocando numerosas
zonas de sacrificio, intolerables para la salud y calidad de vida de la
población, enfrentan hoy una dependencia de alto riesgo, que exigirá ajustar
las políticas públicas del sector externo.
La
búsqueda de un crecimiento económico, sin límites racionales, que significó
concentración de la riqueza en una minoría, aceptando reglas que han facilitado
una hegemonía corporativista y financiera por sobre los Estados y las economías
reales, ha dejado como resultado una profunda asimetría y desigualdad, que ha
pauperizado a la gran mayoría de la población mundial.
Como
efectos de la pandemia, el modelo de producción globalizado y su logística
asociada han debido enfrentar serios problemas. Las cadenas de valor que
incorporan distintos actores de diversos países, han sido jaqueadas y
difícilmente podrán recomponerse tal como funcionaban antes de la crisis
sanitaria global. Es posible que las políticas de producción y de distribución
física a nivel global, permanezcan trabadas por largo tiempo. Frente a lo cual,
se ha vivido en el último período un salto cualitativo en automatización e inteligencia
artificial, que repercutirá profundamente en los procesos de comercio exterior de
los distintos países, destacándose como tendencia un crecimiento notorio de las
operaciones de comercio electrónico.
En
materia monetaria, se percibe un realineamiento de importantes actores, como
Rusia, India y China, para interactuar en sus propias monedas, lo que significa
debilitar más al dólar y al sistema del FMI y su patrón teórico del DEG,
Derecho Especial de Giro. Es altamente probable que en el mediano plazo
coexistan en la economía mundial dos sistemas monetarios que compitan por
alcanzar preponderancia, en un clima de relaciones económicas con acento en el
bilateralismo. Es probable que se vuelva al patrón oro y ello remecerá el
sistema articulado por EEUU a partir de la pos segunda guerra mundial.
Para
nuestro comercio exterior chileno, que funciona en un ambiente dolarizado, con
tablas de conversión del dólar estadounidense a las diferentes monedas que
el Banco Central acepta como divisas o medios
de pago, un cambio de este orden actual que hemos aplicado por 50 años, exigirá
cambios operativos importantes. El control cambiario requerirá más regulación,
restringiendo mantener divisas en el exterior más allá de su simple
declaración. Tal vez se requiera fijar plazos de cobertura al exterior o
reimplantar el registro de importaciones y exportaciones en alguna gama de
productos. En síntesis, la autoridad monetaria deberá atender que el país
mantenga respaldos que le permitan interactuar con mayor disciplina de los
usuarios en el mercado cambiario. Junto con controlar el aspecto inflación, el
Banco Central deberá cuidar que las reservas del país se mantengan en distintas
divisas, para poder administrar las coberturas al exterior y los retornos de
exportaciones en las divisas que se necesite. El arbitraje de monedas se deberá
incorporar en el sector externo para facilitar la contratación de suministros
con los distintos bloques económicos que pudieren crearse en un escenario multipolar.
En
este mismo orden de ideas, la regulación del mercado cambiario será necesario
para asegurar las reservas necesarias para el funcionamiento de la economía, lo
que quizás obligue a regular el acceso a los medios de pago, estableciendo
prioridades de acuerdo al interés nacional, lo que podría dar pie a la fijación
de categorías cambiarias, de acuerdo al destino de las divisas.
Por
otra parte, aunque la legislación permite que las ventas para exportación
puedan ser monetarizadas o no, la práctica de compraventa internacional en comercio
compensado o trueque, no ha estado difundida en la experiencia comercial de los
últimos 40 años. Frente a la necesidad de usar las reservas racionalmente,
reactivar a nivel latinoamericano el Convenio de Créditos Recíprocos de ALADI,
puede ser una alternativa útil para incentivar el comercio regional, con
arqueos periódicos de saldos, sin gastar divisas genuinas.
Por
lo tanto, el Comercio Exterior de nuestro país se deberá adecuar, incorporando
instrumentos de regulación del intercambio que por décadas no se ha usado, para
conducir el comercio exterior en tiempos de cambios. El desarrollo del Trueque como
modalidad de venta, puede que sea una alternativa necesaria para realizar
transacciones no monetarizadas con países del mundo que nos puedan proveer
insumos estratégicos o ser destino de nuestros productos y manufacturas.
A
fin de mantener equilibrios en el Balance de Pagos, el país deberá exigir la
repatriación de los dineros que personas o empresas mantienen en paraísos
fiscales.
En
lo que se refiere a Exportaciones, que constituyen por esencia el ingreso
genuino de una economía, se debería rediseñar los mecanismos de promoción y
fomento productivo, incentivando la exportación de servicios que es funcional a
modelos de teletrabajo, procurando el desarrollo de tecnología que pueda ser
objeto de servicios transfronterizos.
En
una estrategia que apunte a dar valor a nuestras exportaciones, el Estado
debiera fijar reglas restrictivas a la exportación de productos primarios,
aplicando derechos de exportación que graven la explotación y exportación de
recursos no renovables. Esto es altamente sensible en el sector minero y las
exportaciones de concentrados minerales. La aplicación de un derecho de
exportación, que se aplique al precio FOB debidamente fiscalizado de los concentrados,
podría generar ingresos fiscales que puedan, entre otros fines, potenciar la
Investigación y Desarrollo de áreas estratégicas, como el cobre y el litio.
Toda
la reingeniería que supone esta adecuación del Comercio Exterior, debe ir en
paralelo al desarrollo de competencias y facultades fiscalizadoras del Estado,
con el objetivo estratégico de aplicar controles efectivos a los precios de
exportación, manteniendo una inteligencia comercial en la fiscalización, que
erradique las prácticas evasivas o depredadoras de nuestros recursos. En este
sentido, para asegurar que la calidad, cantidad y valor de lo que se exporta se
haga a valores reales, se deberá colocar sensores en la valoración de las
mercancías y los servicios, a fin de neutralizar las prácticas evasivas que
perjudiquen al país, en especial, triangulaciones que provocan una fuga de
divisas al registrar precios ficticios y no reales. Cuidar que el comercio exterior
ocurra a precios de mercado y con contratos de suministro auditables, significa
alcanzar un conocimiento profundo de cada sector, lo que desalienta el fraude o
el contrabando.
En
cuanto a avanzar en un sinceramiento de la economía, se debería eliminar los
subsidios a los monocultivos forestales del Decreto 701/1974 que significaría
recuperar esos recursos para orientarlos a la generación de sellos de
diferenciación agrícola o pecuaria, como lo serían cultivos orgánicos, medición
de la huella de agua o de carbono. Lo propio se debe hacer con la cuestionada
Ley de Pesca y con el Código de Aguas, lastres de un sistema corrupto
intolerable para una economía que debe centrarse en el hombre y la naturaleza.
Hernán Narbona Véliz,
Periodismo Independiente, Octubre 04/2020.