Don Juan Rivera Curiel
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06/09/2020
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“Risueño,
amistoso, fiel.”
Centuria,
mil novecientos,
de
viejos, añejos, vientos,
el
año del treinta y cinco,
tiempo
de pasado ahínco.
Once
de diciembre, el día,
preludio
de esta elegía,
llegó
presto, a nuestro mundo,
Juan,
católico . . . profundo.
En
San Lucas, Tecopilco,
poblado
que identifico
allá,
en bendita, Tlaxcala,
donde
a tal mártir se alaba.
Sus
padres, Juan, Magdalena,
orfandad,
ausencia plena,
a
tres años, desventura,
mas,
sin perder la cordura.
Gracias
a José, padrino,
fue
forjando buen camino,
de
ayudante panadero,
a
la labor puso esmero.
Destinos
historias marcan,
en
los Aluminios Alcan
no
más un cuarto de siglo,
en
fábrica, sin remilgo.
Consciente,
de sanos juicios,
aprendió
varios oficios,
de
plomero, electricista,
la
necesidad lo avispa.
En
el trabajo, baluarte,
del
CONALEP formó parte,
puntualísimo,
sin ruidos,
diecisiete
años, seguidos.
Vida
intensa, personal,
coqueto,
sentimental,
casose,
formó su nido,
con
Águeda, asaz cumplido.
No
más le brindó su esposa,
cinco
hijos, generosa,
Judith,
Juan, Javier, Armando,
Daniel,
familia formando.
En
el vestir, era un dandi,
gustaba
del fino brandy,
con
mesura, no seguido,
Fundador,
su preferido.
Tabaco,
fumó, gran rato,
lo
disfrutó, sin recato,
marcas
Del Prado, Marlboro,
las
aspiró con decoro.
Platicaba
en forma amena,
el
refranero su emblema,
dichoso,
dicharachero,
bohemio,
al fin, fiestero.
Festejó,
no su cumpleaños,
sino
el santo, con hermanos,
el
mero Día de San Juan,
compartiendo
sal y pan.
Le
encantaba el bacalao,
paella,
comió, alagado;
los
tangos le daban bríos
musicales,
lindos tríos.
Sobre
todo el de “Los Panchos”,
recuerdos
profundos, anchos,
de
nuestro Juan añorado,
nos
quedan de su pasado.
Emotivo,
responsable,
la
formalidad, su sable,
amoroso
con sus nietos,
todos
chamacos inquietos.
Católico,
ya lo dije,
la
religión fue su dije,
orar
y rezar por todos
bondad,
compartir, sus oros.
Desechaba
la maldad,
mar
de la tranquilidad,
parecía,
“como si nada”,
mas
su carácter brotaba.
Cuando
era necesario,
reprendía,
sin ser falsario;
pongo
fin a esta semblanza
de
un hombre que, con templanza.
Soportó,
vivaz, ganoso,
padecimiento
tortuoso,
el
enfisema se asoma,
la
enfermedad no perdona.
Dieciocho
años a su lado,
con
oxígeno de aliado,
la
continua nicotina
a
la muerte cruel, lo arrima.
Don
Juan Rivera Curiel,
quién
aguantara como él,
Don
Juan Rivera Curiel,
sea
por Dios, se fue con él.
Autor:
Lic. Gonzalo Ramos Aranda
Ciudad
de México, a 31 de agosto del 2019
Reg.
SEP Indautor No. (en trámite)