El estrés se ha convertido en una parte tan presente e integral de nuestras vidas, que terminamos corriendo de un lugar para el otro y saltando de un problema a otro o de un pensamiento a otro, con poca o ninguna consideración por nuestro cuerpo.
No es de extrañar que la mayoría de las dolencias actuales estén relacionadas con el estrés, que van desde síntomas físicos como aumento de la presión arterial, hasta síntomas mentales como menos concentración, confusión y depresión.
El antídoto perfecto contra el estrés es la relajación consciente, que simplemente permite que nuestros cuerpos se relajen poco a poco de una manera controlada y consciente y para ello hay varias técnicas, la mayoría basadas en la respiración.
La idea fundamental de estas técnicas es traernos al aquí y ahora, aquietando la mente, y consiguiendo un estado de paz y quietud interior… pero los problemas y el día a día siguen allí afuera.
Por supuesto que estas técnicas nos posicionan mejor para resolverlos y nos dan un momento de respiro, pero quizás también necesitemos de otras técnicas que tienen que ver con decidir, también conscientemente, qué hacemos con lo que nos pasa, o lo que le pasa a nuestra organización.
El tema a trabajar es la dimensión que le damos a eso que ocurre.
Demasiadas veces agrandamos el impacto en nuestra mente o nos preocupamos en demasía por cosas que no merecen la pena, generalmente porque tenemos un mandato ancestral de hacernos cargo de todo y una marcada actitud de bomberos saliendo a apagar incendios.