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Por eso no nos puede extrañar que
ayer en el Congreso de los Diputados, Pedro Sánchez se adjudicara una buena
parte del éxito de la Cumbre Europea, aunque todos vimos las fotografías de las
reuniones de la reciente cumbre que dejaban bien a las claras que el narciso
socialista había ido de oyente. En las imágenes se veía como los asistentes
tenían documentos frente a sí, pero Sánchez recostado indolente en su asiento,
sólo tenía el móvil, ni un solo papel, ni un documento.
Hemos conocido, muy a pesar de la
Moncloa, la bronca que le montó la primera ministra finlandesa que harta de
escucharle le dijo en la cara que él no había hecho nada en la cumbre y cuidado
porque, aunque la prensa afín a la zurda anda en estos últimos días maquillando
el incidente, lo cierto es que tal y como comentaron algunos de los asistentes,
la bronca fue de tal calibre que estuvo a punto de romper el principio de
acuerdo al que habían llegado y que estaban celebrando en aquella cena.
Pero quien dejó bien clara la
cuestión fue el propio Pedro Sánchez, al que por lo visto no le habían
preparado el discurso y en un descuido afirmó que él había adoptado la “escucha
activa” como procedimiento de negociación en la Cumbre. Así que todos sabemos
perfectamente que quien habló por España y los españoles fue Ángela Merkel,
apoyada en esa tarea por Emanuel Macron, mientras Pedrito, encantado de haberse
conocido, se limitó a dejar pasar los días.
Por lo tanto no nos puede
extrañar que ese personaje manipule la realidad a su conveniencia porque sufre
una patología que a ello le empuja, no lo digo yo, que también, lo han dicho
unos cuantos especialistas en la materia que nos han hablado de su psicopatía,
de su falta de empatía y de su narcisismo, pero lo que no tiene explicación
alguna es que un partido como fue el PSOE, sea capaz de alinearse con este
orate, porque qué sentido de la ética tienen los 120 diputados del PSOE que hoy
han llenado la bancada socialista, acompañados de unos cuantos senadores, que
se han saltado el acuerdo de los grupos parlamentarios y además lo del metro y
medio de distancia. ¿Lo han hecho porque su presencia era necesaria?, pues no,
porque hasta la fecha habían votado telemáticamente y aquí paz y más allá
gloria. Simplemente se han bajado los pantalones y han acudido a la llamada de
su jefe para aplaudirlo, para vender una imagen de entusiasmo impostado que
sólo puede suscitar alguien muy necesitado de algo de lo que presumir.
Qué pensar de esos diputados que
hoy aplaudían al de la “escucha activa”, al responsable de los cerca de 50.000
muertos, al presidente de los centenares de miles de contagiados, que salvaron
la vida, pero que van a sufrir secuelas severas durante lo que les quede de
vida. Aplaudían sumisos al que ha conseguido destruir más de un millón de empleos,
sin contar a la gente que está en los ERTES; al tipo que ha puesto en marcha
las colas del hambre en nuestro país, al que dice que es doctor en Economía y
ha logrado que en España haya siete millones de ciudadanos que quieren trabajar
y no pueden porque no hay empleo. Vitoreaban al genio que con el confinamiento
nos condenó al hambre y al paro, al presidente de un gobierno que hoy por hoy
tiene más de 300 brotes activos del coronavirus en el territorio nacional y no
hace nada por combatirlos y que a cuenta de su inepcia ha conseguido que ocho
países nos hayan vetado como destino vacacional y con ello le ha dado
definitivamente la puntilla a la industria turística, de la que comen millones
de familias.
De verdad, dejen de lado lo de
derechas e izquierdas y piensen qué diablos aplaudían esos 120 diputados y
porqué lo hacían. No me vale lo del compromiso partidario ni la lealtad a las
siglas, porque nadie con dos dedos de frente y un poquito de dignidad
aplaudiría semejante disparate, comprendo que se encuentran entre la espada y
la pared, porque si dicen la verdad, mientras estén los del narciso en Ferraz,
no vuelven a estar en ninguna lista y ese es el problema, que haya tanta gente
capaz de venderse por un puesto bien remunerado y en el que no se sufre
demasiado.
Habrá quien diga que cuatro años
de legislatura es mucho más que el consabido plato de lentejas y es una
tentación difícil de rechazar y yo me pregunto si eso es verdad, porque todos
los que hoy aplaudían a Pedro Sánchez están engañando a sus votantes, que los
mandaron a Madrid a que les solucionaran sus problemas y ahora resulta que los
únicos que han solucionado su vida, al menos durante la presente legislatura,
son esos payasos que hoy se dejaban la piel aclamando a un fracasado. Francamente
entiendo que gente como Simancas, Lastra y alguno más que viven políticamente
de prestado traguen con lo que les echen, pero en esa bancada había mucha gente
capacitada para ganarse la vida honradamente y sin necesidad de colocar su
honestidad en la almoneda de los comités que confeccionan las listas
electorales.
Pedro Sánchez se ha permitido
unos lujos infumables, ha dicho muy serio que "Me senté a hablar con todos
porque Europa y España no podían permitirse un fracaso". Vamos, que suerte
tenemos los europeos de que Sánchez haya sacado tiempo para acercarse a Bruselas
y poner orden en el concierto europeo. Hay que ser un cínico sideral para
afirmar semejante necedad, pero qué me dicen de los botarates que aplaudían
entusiasmados, son de una indignidad atroz.
Y tras adjudicarse la salvación
del mercado único de la UE, nos ha explicado lo importante que es la unidad de
los españoles, lo que es cierto, pero que viniendo del tipo que ha basado su
política nacional en la polarización de nuestra sociedad, resulta nauseabundo.
Pero a él y a su desdichada claque les da igual la realidad, que por cierto,
les ha venido a ver muy rápido, ahí estaban ERC y PNV exigiendo al narciso
socialista que primero cumpliera con los compromisos contraídos con ellos y
luego ya verían.
Siento muchísimo la falta de
dignidad de los diputados socialistas que después del espectáculo que han
protagonizado creo que no podrán mirar a los ojos a sus votantes. Alguien
debería acercarse a Ferraz y recordarle a esa gente, que en su día formaba
parte de un partido serio y hasta casi consecuente, lo que proclamaba
Aristóteles hace mucho tiempo: “Amicus Plato sed magis amica veritas” que en
castellano y en una traducción libre significa Soy amigo de Platón pero soy más
amigo de la verdad.
Pero algo bueno ha tenido el
espectáculo, ahora ya sabemos que cuanto más aplaudan los socialistas, es que
peor les van las cosas.