Don Gabriel Vargas Bernal
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26/05/2020
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“Un artista, . . .
excepcional.”
Vámonos con muchos tientos,
año de mil novecientos
quince, sin soslayo de algo,
México, Estado de Hidalgo.
Tulancingo, vio nacer
al que, más tarde,
iba a ser,
genio de los “meros,
meros”,
motivador de
“moneros”.
Don Gabriel Vargas
Bernal,
un creativo,
original,
al que Dios le diera
un don,
llevándolo hasta el
Japón.
Ganando un segundo
premio
de dibujo, por su
ingenio,
mas, tuvo triste
desliz,
negándose a ir a
París.
A disfrutar de una
beca,
por el jornal, sí se
peca,
necesidad de un
salario
que le diera
Excelsior, Diario.
De información, harto
sana,
con poca paga de
“lana”;
bajo estos versos,
celebro,
su inteligente cerebro.
Los triunfos, en él, normales,
sus dos Premios
Nacionales
de Periodismo y de
Artes,
predestinado, desde
antes.
Magno caricaturista,
nadie le perdía la
pista,
en pasquines
ilustrados,
dando vida a “Los chiflados”.
A “Sherlock Juan”, “Pancho
López”,
con el lápiz, con sus
dotes,
a “El gran Putin”, “Los
del Doce”,
gráfica lo reconoce.
Por su “Sopa de
perico”
y por “La vida de
Cristo”,
recuerdo solo unos
cuantos
de sus coloridos
cuentos.
Don Gabriel, se cuece
aparte
como ícono del arte
en cultura popular,
lo que lo hace
singular.
En talento, puro artista,
dibujante,
historietista
de “La Familia
Burrón”,
renombrada en la
nación.
Como olvidar el
relajo
en el “Callejón del
Cuajo”,
la típica vecindad,
bien llena de
amenidad.
De imágenes, de
grandeza,
de simplicidad,
belleza,
hijas de sus
percepciones,
de sesudas emociones.
Plasmadas en el
papel,
con barnices de
oropel,
Doña “Borola”, “Regino”,
forjaron su leal
destino.
Con “Macuca”, “Reginito”,
perro “Wilson”,
“Foforito”,
los personajes
primarios,
junto a muchos
secundarios.
Caricaturas de talla,
pienso en “Filemón
Metralla”,
“Don Susano
Cantarranas”
que, al libar, le
echaba ganas.
Cómo me acuerdo, ¡mi
hermano!,
de “Avelino Pilongano”,
todos creados por la
fiel
mentalidad de
Gabriel.
Cuantas lecturas supremas,
se me pasaban las
penas,
nunca se cansó mi
vista,
leyendo feliz
revista.
Dicha obra sigue inquieta,
una colección
completa
muestra un Museo de
Florencia,
en Italia, real presencia.
Lo percibo en su
escritorio,
sus manos, su
adoratorio,
sobre cartulinas,
gises,
siguiendo mil
directrices.
En restirador, de
oficio
diseñador, de
artificio,
por pinceles, colorantes,
¡qué lindos tiempos,
los de antes!
Su chispa no decrecía,
hasta veinte horas al
día,
trabajaba, sin
pretexto,
una embolia obtuvo,
presto.
Aún con la
enfermedad,
laboraba, sin piedad,
tres décadas siguió
dando
inspiración,
ofrendando.
En dos mil diez,
falleció,
solo así ya no
ejerció
la profesión de
“monero”,
nada dejó en el
tintero.
Su equipo, plumas,
pinturas
de diferentes
texturas,
los resguardan
entrepaños,
¡cómo han pasado los
años!
Mas, gloria no lo
abandona,
es cátedra en la
Sorbona,
por sociedad
mexicana,
en Francia su extensa
fama.
Mi homenaje,
pleitesía,
con esta humilde
poesía,
a Gabriel Vargas
Bernal,
ser humano, . . .
excepcional.
Autor: Lic. Gonzalo
Ramos Aranda
Ciudad de México, a
25 de mayo del 2020
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(en trámite)