“Pero
yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores” Mt 5,42
En
el evangelio de este VII Domingo del tiempo ordinario Jesús presenta la novedad
del amor cristiano: amar a los enemigos, a los que me hacen y caen mal.
Después
de hablar de la ley como el domingo pasado, Jesús nos muestra su centro: el
amor. El amor es siempre concreto. Se ama a quienes tengo al lado, a quienes me
resultan difíciles o antipáticos.
Jesús
inválida la norma tantas veces repetida de “ojo por ojo y diente por diente”.
Desgraciadamente son muchos los que la siguen aplicando. De esa manera, la
violencia nunca se detiene. Y todos tienen alguna razón para seguir vengándose
de los que les han hecho mal. Es como una espiral que siempre crece y que solo
trae malas consecuencias.
Jesús
nos dice que amar es perdonar. Ya no caben rencores ni venganzas. Al perdonar
se rompe la espiral del odio. Quien se sienta ofendido por nosotros, debe
experimentar nuestro aprecio y perdón. Solo así se vence el rencor.
Hay
que ser muy fuertes para llevar a la práctica lo que Jesús nos enseña, no
responder a las provocaciones, perdonar de corazón y mostrarse humilde ante la
agresión.
San
Pablo en la segunda lectura nos dice que el Espíritu habita en nosotros. Allí
radica la fuerza que nos ayuda a perdonar como Dios perdona, a amar como Dios
ama, a no dejar que los rencores nos llenen amarguen el corazón. “El Espíritu
de Dios está en nosotros” y, si nos dejamos llevar por él, encontraremos la
fuerza para amar y perdonar en el día a día. Preguntémonos ¿Tengo algún rencor
en el corazón que no haya perdonado todavía? ¿Me doy cuenta de que ese rencor
me hace daño a mí y me amarga la vida? ¿Por qué no le pido a Dios la fuerza
para perdonar y para amar como él nos perdona y ama?
Este
miércoles 26 de febrero es miércoles de Ceniza y con ello el inicio de la
Cuaresma. La ceniza nos recuerda nuestra finitud, dependencia de Dios y
personas que requieren de conversión y cambio constante. Ojalá podamos
participar de la eucaristía y así comenzar bien este tiempo de conversión, de
oración y caridad, acompañando a Jesús durante 40 días camino a su Pasión,
muerte y Resurrección.
¡Una
bendecida semana y un bendecido tiempo cuaresmal!