Todos los miembros de la familia tienen un celular, pero no desayunan juntos. Cada cuarto tiene su televisión con conexión satelital, pero los hermanos no se hablan. El metro transporta a miles de personas rápidamente por la ciudad, pero ya no se da los buenos días. Vivimos dentro de la paradoja Supercomunicación-Superincomunicación… Vivimos en tiempos de vértigo.
Cuando introducimos en el buscador Google la palabra “comunicación”, en 0.21 segundos nos brinda 258.000.000 aciertos. Según este dato hemos acumulado mucho conocimiento sobre el tema, pero la avalancha de información parece habernos aplastado.
Problemas en la familia, se solucionan con más comunicación. Problemas en la empresa, se soluciona con más comunicación. Problemas en el gobierno, se soluciona con más comunicación… El problema está en que, lo que parece ser la gran panacea, y que más bien se convierte en una letanía, es difícil de definir: ¿Qué es comunicación?
Etimológicamente el término “comunicación” viene de “poner en común”, es decir, compartir en un grupo humano. Y es precisamente aquí donde encontramos la “enfermedad social” de aislamiento que estamos sufriendo y que los avances tecnológicos, más que solventar, están potenciando.
El experto en filosofía y profesor universitario, David de Los Reyes, llama a esta situación, “egotismo”, es decir, satisfacción de los “yoes”. Una sociedad que valora más el individualismo al bien común, está condenada a vivir la peor de las soledades: Sentirse solo dentro de una multitud.
La solución que propongo a los problemas de comunicación en estos “tiempos de vértigo”, es recuperar el arte de conversar y sobre todo el de escuchar… mirando a los ojos.