. Verdes ramas / El barco sobre la mar / y el
caballo en la montaña.” Así comienza un célebre poema de García Lorca, que
luego fue inmortalizado en un romancero sevillano por José Ortega ¡Verde que te
quiero verde! Un elogio a la naturaleza, el campo, la alegría y colorido de los
valles que contempló el poeta sevillano.
No
ha pasado un siglo, y los tiempos, y temperaturas, han cambiado. El impacto del
cambio climático, fruto de la irresponsabilidad humana, nos está pasando la
cuenta. Las tragedias apocalípticas de islas canarias y amazonas dan cuenta de
los fatales errores cometidos por nuestra desidia. Urge un diálogo armonioso
con el entorno, con los bosques, valles, mares y ríos. Dependemos de la
naturaleza y crecemos a partir de ella; estamos aquí no para servirnos del
entorno, sino para servirlo y bien administrarlo.
“La
naturaleza es la mejor maestra de la verdad”, dice San Agustín. Grandes
pensadores supieron nutrirse de un contacto estrecho con ella. Más enseña el
contacto con los árboles y campos que una habitación cerrada. “Olvidar cómo
excavar la tierra y cuidar el suelo es olvidarnos de nosotros mismos”, dice Mahatma
Gandhi.
“La
naturaleza provee una comida gratis, pero solo si controlamos nuestro apetito”,
dice irónicamente un escritor americano. La pura verdad. Se trata de
administrar racionalmente lo que se nos ha confiado y no sobreexplotarlo como
lo hemos hecho.
Ad
portas de celebrar la COP25 bueno es tomar conciencia de la urgencia dramática
de la hora que vivimos. O atinamos, o desaparecemos. Necesitamos de la
naturaleza como del aire y el agua. En estos meses previos a esa cumbre, la
prensa nos ha llenado de buenas recomendaciones. Quero aportar con algunas
pocas más. Primero, cuidemos el verde de nuestro metro cuadrado. Cultivemos plantas
de bajo consumo de agua, autóctonas ¡Se cuidan solas!
Todo
lo que produce un jardín, debe quedarse ahí. No hay razón para sacar hojas,
ramas y demases. Haga compotas de tierra de hoja. Toda casa debería tener un
recipiente para deshecho natural. Sacar los excesos solo empobrece la tierra. “Solo
nosotros los humanos producimos basura que la naturaleza no puede digerir.”
Un
sabio dicho nativo americano nos habla de que no trabajamos para nosotros. “No
heredamos la tierra de nuestros ancestros, la tomamos prestada de nuestros
hijos.” En efecto, pensemos en las generaciones que nos seguirán y que merecen
un mundo verde como el que recibimos.
La
naturaleza nos brinda silencio, paz, armonía y belleza sin límites. Caminar entre
los árboles es una terapia gratuita y eficiente para nuestras vidas estresadas.
Siempre
que busquemos paz y silencio, podemos retirarnos a la naturaleza. En ella nuestros
sentidos se purifican. Un hermoso paisaje puede vigorizar el alma y restaurar
nuestras energías. Descubriremos que la felicidad radica en los placeres
simples.
Viviríamos
mejor, seríamos más felices, si cultiváramos un contacto más estrecho con la
naturaleza. Y la tratáramos mejor. En la naturaleza no hay recompensas ni
castigos, hay consecuencias. El daño que le causamos nos repercute
negativamente. De ahí que el primer paso sea cuidarla y respetarla. La naturaleza
no conoce el bien o el mal, solo consecuencias de nuestras malas acciones. Estamos
a tiempo para enmendar el rumbo.
P.Hugo Tagle M.
Sacerdote y
columnista
Twitter:
@hugotagle