Nos encontramos en un momento de transición social, económica, política y global, en el que es creciente la necesidad de invertir en un futuro sostenible. Aquí y allá resurgen ideologías que creíamos enterradas mientas, como contraataque necesario y defensivo, se establecen alianzas entre minorías y se desarrolla un activismo que, si está teniendo un impacto nunca antes visto, ha sido gracias a internet y al poder difusor de las redes sociales.
Una de esas transiciones tiene que ver con la sostenibilidad. Lo vemos en nuestro propio país y, por ser más específicos, en nuestra propia ciudad: se peatonalizan centros urbanos, se crean carriles bicis y se intenta concienciar sobre los usos del plástico, la contaminación y las energías alternativas.
Sabemos qué tienen que hacer las grandes multinacionales y los gobiernos para parar el cambio climático o, por lo menos, desacelerarlo. Algunos ya lo están haciendo, otros siguen optando por dar prioridad a sus bolsillos.
No obstante, aquí y allá vemos elementos de cambio que forman todos partes de un tapiz. En este contexto nosotros, como individuos, nos preguntamos lo siguiente: ¿qué podemos hacer para contribuir? Y la respuesta es clara: combinar de la mejor manera posible nuestros ahorros económicos o el uso de préstamos inmediatoscon nuestra conciencia ecológica.
Quizá nuestros gastos nos impidan saltar a una dieta vegana y sostenible, por ejemplo, pero podemos empezar por algo simple: reducir el consumo de carne. Por otro lado, podemos empezar a separar la basura orgánica de los plásticos y del cartón.
En cuanto a los deshechos más difíciles de tirar y también más contaminantes, no lo tenemos tan difícil: muchos supermercados han implementado ya contenedores para pilas, mientras que los cartones de medicamentos los podemos tirar en los contenedores específicos que se encuentran en todas las farmacias. Por otro lado, deberíamos empezar a utilizar botellas de agua rellenables de cristal o de metal.
Lo mismo ocurre con las bolsas de la compra: siempre deberíamos tener una o dos de tela para comprar y renunciar para siempre a las de plástico, que suelen acabar en el mar. Luego, con o sin préstamo personal de por medio, podremos ir a más. La deconstrucción es un proceso.