Tartufo
es un personaje de la obra de teatro homónima de Molière. Es un hipócrita de
oro, un rufián, un falso, un engañador que se vale de las buenas palabras para
seducir y aprovecharse de los ingenuos. Es quizá el icono ficticio de los
moralizadores que esconden su alma mezquina e interesada haciéndose pasar por
devotos seguidores de altos ideales y fines nobles.
El
Tartufo retrata un tipo de personajes de cualquier época. Nuestro tiempo
también posee de este tipo de caracteres en abundancia. La moral ha cambiado
con los tiempos, pero la pequeñez mezquina de los individuos que se siguen
valiendo de discursos morales o de valores o ideales elevados para ocultar sus
miserias o para obtener ventajas personales es la misma de siempre. No hace
falta más que examinar los discursos y acciones de la mayoría de nuestros
políticos, de esos que dicen desvivirse por España, por el pueblo, por los
valores democráticos, por los obreros, por las mujeres y los niños etc. cuando
mayormente por lo que más se preocupan es por medrar en su carrera, y algunos
hasta por comprarse un casoplón en Galapagar después de haber estado
predicando contra la inmoralidad de la casta. No sólo en España, donde
la picaresca ya nos viene de rancia tradición, sino en cualquier nación
democrática actual vemos cómo la demagogia de los charlatanes se abre paso en
sus luchas por el poder. Como cuando se nos dice que hay que invadir Irak o
Libia por razones humanitarias, por liberar del yugo de los tiranos al pueblo
oprimido, y luego vemos que los tiburones que se instalan en el país son peores
y traen peores catástrofes que las existentes previamente a la invasión, y se
apropian de los bienes y de los recursos del lugar. Y es que, con contadas
excepciones, la política va de eso, de hacerse con el poder, de dominar, no de
luchar por defender unos valores morales. Maquiavelo sabía mucho de ello, y
muchos de los más brillantes representantes de la política actual seguro que se
han leído y tomado buena nota de su El príncipe, aunque lo disimulan
bien.
El
tartufeo de los políticos es palpable en materia de igualdad de género.
Al igual que en el tema de las pensiones, no es el bien general de la sociedad
lo que anima sus políticas, sino el afianzarse una buena parte del llamado
“voto cautivo”, procedente de sectores de la población muy numerosos que sólo
votan a quien les ofrece ventajas. Utilizan un discurso moral rasgándose las
vestiduras sobre el machismo preponderante en nuestra sociedad para lucrarse de
unos codiciados votos: tanto la izquierda como la derechita cobarde han visto
un gran negocio en estar poniendo leña al fuego con sus discursos que enfrentan
hombres y mujeres para luego ofrecerse ellos como soluciones, tal cual
pirómanos bomberos. En países como el nuestro, donde el censo de votantes
femeninos es de un millón de individuos más que el de los hombres y además
tienen menos abstención, y donde la mayoría de estos votantes femeninos son muy
sensibles a cualquier discurso que prometa una protección y privilegios
extraordinarios a las mujeres más allá de la igualdad, en estos, como
digo, el rico botín de votos cautivos son la mayoría de las mujeres, más un
porcentaje muy significativo de hombres neocalzonazos que son capaces de
humillarse a sí mismos y humillar a todo el género masculino tirando piedras contra
su propio tejado al tiempo que reclaman más ventajas para la mujer y dicen que
el futuro será femenino.
Quitando
la obviedad de que la política no es en general algo propio de almas limpias,
hay también entre la población general mucho personaje que vive de descargar
sus frustraciones y sus miserias señalando a otros. Se los encuentra uno
todos los días entre periodistas moralizantes o simples escritores aficionados
en sus redes sociales, de esos que ponen el grito en el cielo y se escandalizan
y señalan con el dedo a otros congéneres cuando observan alguna paja en el ojo
ajeno. Nuestros tiempos además ofrecen discursos prefabricados condensados en
palabras que sirven para crucificar a quien se increpa con un mínimo de
recursos literarios, de modo que tampoco hace falta tener gran labia o talento
literario para acometer la retórica moralizante de nuestro tiempo. Basta por
ejemplo con señalar con el dedo a alguien y pronunciar las palabras mágicas
“machista”, “misógino”, “fascista”, “ultraderecha”, “xenófobo”, “homofóbico” u
otras semejantes y ya se hace quien las pronuncia con el estatus de persona
valedora de altos valores humanos, sobre todo si el individuo en cuestión es
afín a ideologías progres de izquierda, con ese aire de superioridad
moral que suelen tener. No todos estos individuos son Tartufos porque no
siempre utilizan sus discursos para beneficio propio, pero sí es de notar que
no están entre ellos los individuos más dignos. Los hombres íntegros no se
entretienen criticando a individuos, o bien hablan de ideas en general o bien
callan, pero no se dedican a despotricar acerca de individuos particulares,
salvo, claro, que sea para replicar a quien ha increpado primero.
Quisiera
ilustrar la cuestión con un ejemplo de la vida real que creo que puede
clasificarse como “Tartufo de libro”. Es además el caso que este
personaje ha hecho público un texto que ataca mi persona y que no ha tenido respuesta hasta el momento. Por
alusiones, no está demás aclarar qué pienso de tales afrentas. El elemento en
cuestión se llama Luis Folgado de Torres y es el actual editor y administrador
único de Ediciones Áltera.
El
estilo poco elegante de Luis Folgado puede palparse en otro texto que ha hecho público
donde señala con el dedo a modo reprobatorio al antiguo editor y dueño de
Ediciones Áltera antes de 2017, Javier Ruiz Portella, escritor, editor iconoclasta y
promotor de iniciativas destinadas a sacudir nuestro letargo existencial,
actual editor de elmanifiesto.com, y el
hombre que mantuvo la editorial durante varias décadas como estandarte de la
incorrección política con un reconocido prestigio entre libreros. Ediciones
Áltera es hoy mucho menos de lo que fue, muchos libreros que he consultado se
acuerdan de la editorial de hace unos años y piensan que ésta ha desaparecido
en la actualidad; tal es la pésima labor del actual gerente de la misma.
Ciertamente, Portella ha cometido errores en sus labores editoriales, su
espíritu quijotesco a veces o sanchopancesco otras veces ha tenido algunos
aciertos y algunas meteduras de pata notables, pero no cabe duda de que él es
el alma máter de los tiempos gloriosos de Ediciones Áltera, y parece
algo torpe por parte del administrador de la actual Ediciones Áltera volcarse a
vilipendiar y desligar la editorial de quien fue su mayor artífice.
Volviendo
al caso que me atañe, Luis Folgado proclama en 2018 que retira de Ediciones
Áltera mi obra Voluntad. La fuerza heroica que arrastra la vida, que
para su sorpresa contiene pasajes machistas y que en la nueva etapa de
Ediciones Áltera que él lidera no puede consentir que tal ocurra, en nombre de
una acción moral amparada en la corrección política de nuestros tiempos. Sobre
el machismo o misoginia de mi libro no voy a discutir aquí; ya lo he hecho en otros escritos.
Básicamente, decir que: 1) en ningún sitio se habla de la inferioridad o
superioridad de la mujer frente al hombre, sino de distintas facetas de ambos;
2) que muchas de las citas del libro que circulan por ahí están sacadas de
contexto y que hay que leerse el capítulo 5 completo o al menos algunos
párrafos completos en vez de líneas sueltas separadas de las aclaraciones
posteriores; 3) que yo soy libre de expresar las ideas y observaciones que me
parezcan pertinentes (dentro de la legalidad vigente) y no necesita esta
sociedad de guardianes morales que vigilen por el pensamiento políticamente
correcto, y mucho menos de censores. El quid de la cuestión no está sin embargo
en el tema del machismo, sino en lo que Luis Folgado no cuenta y que es la
verdadera motivación para publicar su agresiva diatriba contra uno de sus (ex-)autores. Realmente, el machismo o
no de las palabras de libro es sólo una máscara, una cortina de humo para
ocultar otros hechos. Tal es lo que nuestros politicastros están enseñando a la
población.
Voluntad. La fuerza heroica que
arrastra la vida fue publicada en octubre de 2015 por
Ediciones Áltera. El editor con el que se negoció tal publicación fue el mismo
Luis Folgado, que por entonces estaba empleado en la empresa que regía Javier
Ruiz Portella, con lo cual conocía perfectamente sus contenidos mucho antes de
lo que él manifiesta. Las cláusulas del contrato contenían unas estrictas
condiciones de impresión, distribución, difusión, limitación del precio de
venta al público y envío de una elevada cantidad de copias al autor en tanto
que coedición. Posteriormente, al no cumplirse íntegramente tales condiciones,
la editorial sería demandada y tendría que devolver la mayor parte del importe aportado por el
autor.
Estuvo
la obra en distribución hasta abril de 2017, fecha en la que Ediciones Áltera,
que pertenecía hasta entonces a la mercantil “Difusión de Revistas y Libros, S.
L.” regentada por Javier Ruiz Portella, fue vendida íntegramente con todas sus
obras a una nueva empresa, “Comunicación y Publicaciones Caudal, S. L.”,
regentada por Luis Folgado de Torres. Con la venta de la editorial, Luis
Folgado se comprometía contractualmente a mantener la distribución de los
libros en las colecciones de la editorial. En el caso particular de mi libro,
Luis Folgado firmó además en julio de 2017 una novación de contrato de edición
por la que reiteraba que mantenía la distribución del mismo. Sin embargo, en el
transcurso de la venta de la editorial Luis dio la orden a la distribuidora de
destruir todos los ejemplares del libro que no habían sido vendidos sin dar
aviso de tal al autor, incumpliendo flagrantemente los contratos.
Probablemente, pensaría que la obra no tendría mucho más recorrido en ventas, y
así pues se ahorraría unos gastos de transporte y almacenaje a una nueva
distribuidora, pues se destruyeron varios cientos de copias y cada ejemplar
tiene más de mil páginas y un peso de alrededor de un kilogramo y medio.
En julio de 2017, ciertos canales de redes
sociales y algunos medios de comunicación se incendiaron con la polémica suscitada con uno de los capítulos de la obra
(cap. 5). Grupos feministas pusieron el grito en el cielo, algo a lo que ya nos
tiene acostumbrado este sensible colectivo. De esta polémica estaba
perfectamente informado y puesto al tanto Luis Folgado, quien no le dio
importancia e indicó su disponibilidad para mantenerse firme contra esta lacra
de las feministas y sus “ña-ña ña-ña”. Se agotaron los pocos libros que
quedaban disponibles en librerías y se descubrió que habían sido destruidas
todas las copias impresas que quedaban por venderse, algo con lo que quizá la
editorial no contaba. Se solicitó la reimpresión de los libros destruidos y la
reanudación de la distribución, siendo la solicitud ignorada. Luis Folgado
intentó por un tiempo cargar la culpa sobre el antiguo editor, Javier Ruiz
Portella, de haber destruido las copias existentes. Hasta que en febrero de
2018 se descubre, por unos intercambios de e-mails de los que tuve constancia,
que quien había dado la orden de destruir los libros fue Luis Folgado.
Entonces, éste, acorralado por sus mentiras y sin querer hacerse responsable de
las reclamaciones correspondientes, publica en la página web de su editorial
esa nota anunciando que la Editorial Áltera retira el libro por ser machista,
pidiendo perdón a los lectores por no haberse dado cuenta antes y bla, bla,
bla. Todo teatro, Folgado sabía perfectamente de estos contenidos desde la
aparición del libro en 2015 por ser él quien lo editó y negoció su publicación,
y su propósito con esta exhortación moral no es otro que el escurrir el bulto
de sus obligaciones.
La obra será próximamente republicada por la editorial EAS en formato de tres volúmenes separados, con todo el soporte
económico y el apoyo moral de un editor que cree valientemente en el
pensamiento insumiso. Está además en proceso judicial la demanda a Luis Folgado
por incumplimiento de contrato. Probablemente, el tartufo esté
intentando refugiarse detrás de las feministas para no asumir sus faltas,
probablemente sueñe con que algunos feministas y feministos acudan al
juicio con pancartas para apoyar a su héroe exigiendo la retirada de cargos
contra el delincuente. Esto sin embargo resulta inaceptable en un Estado de
derecho. Un contrato es un contrato y hay que cumplirlo o asumir las
penalizaciones correspondientes por no cumplirlo; de lo contrario, si cada uno
hace lo que quiera y cualquier contrato puede cumplirse o no a antojo de los
que lo firman como si fuera papel mojado, se acabaría la sociedad civil.
P.D.: En fecha 17-10-2019, se celebró la audiencia previa al juicio por la demanda judicial a Ediciones Áltera: en ella, las partes acordaron que "Comunicación y Publicaciones Caudal", regentada por Luis Folgado, pagase a Martín López Corredoira una cantidad convenida en concepto de incumplimiento de contrato para no continuar con el proceso judicial. Moraleja: el que la hace la paga y no sale gratis saltarse la ley.