“… De 3 hermanos el pequeño partió por la
vereda a descubrir y a fundar y para nunca equivocarse o errar, una pupila
llevaba arriba y la otra en el andar… y cuando vino el tiempo de resumir, ya su
mirada estaba extraviada entre el estar y el ir… ojo puesto en todo ya ni sabe
lo que ve, oye esto y dime, dime lo que piensas tú”
Fábula
los 3 hermanos. Silvio Rodríguez.
Ante la situación ontológica que
nos abraza en esta sociedad pujante, que debemos hacer, ¿apresar al hombre que
golpea a su esposa en la vía pública, como espectáculo grotesco distracción de
los curiosos? O ¿empezar un programa de formación y sensibilización de la
naturaleza humana donde todos nos respetemos como iguales, haciendo uso de
nuestra principal diferencia con los animales, la razón? Es hora de decidir con
nuestras acciones, si cruzamos la calle para cambiar la realidad que vemos, o
nos quedamos como espectadores del evento al otro lado de la acera.
El ejemplo que hoy traigo a su
consideración apreciado lector, raya en las cosas que nos conseguimos a diario
al iniciar una jornada de trabajo o estudio, en fin, es un hecho que lejos de
ser una hipótesis social, se ubica como una cruda realidad que golpea nuestros
ojos y reta nuestros criterios sociales de cómo actuar en determinadas
oportunidades, pero si nos detenemos un poco a pensar con cabeza fría, como
relatan, aquellos con la virtud de la paciencia, encontramos que ejemplos como
éste, son similitudes vividas en el plano laboral y hasta personal de las
personas que compartimos estos mismos espacios geográficos.
El tema en cuestión no es la
agresión del hombre a su esposa en espacios públicos, ni los espectadores que
asumen esa triste realidad como la distracción del momento, tampoco lo es el
que cruzó la calle y ante la impotencia de la bajeza humana, reto a aquel
paritario para medir fuerzas entre dos sementales capaces de hacerse daño uno
al otro. El problema, es que atendimos el efecto, nuestras fuerzas se
desgastaron en solucionar una acción que resulta ser una consecuencia de algo
que lo origina, ése algo decimos, es lo que debemos descubrir y cambiar, solo
así, nuestra acción será duradera en el tiempo.
Ese algo repito, estimado lector,
es la causa que originan las cosas que vivimos a diario, la relación
causa-efecto, es una dicotomía que debe tener toda nuestra atención, porque de
esta manera, atenderemos tanto las realidades del hogar como la sociedad,
partiendo de aquella premisa que nos inculcaron en la escuela, en la cual nos
repetían que somos un ejemplo de la educación que recibimos en el hogar.
No podemos insistir en una
conducta que solo observe el efecto, sin indagar en las causas que lo generan,
ya que las soluciones deben ir hacia las causas, hacia los orígenes, hacia la
ontogénesis, de esta forma, usted estará transformando las realidades, si por
el contrario, insiste en los efectos que se originan, su esfuerzo solo
alcanzará al reformismo de los procesos y procedimientos. Si de planificación
hablamos, de ese acto sublime de imaginarnos escenarios propicios o no, en
donde podamos aplicar hipótesis de hacer, visualizando recorridos de
situaciones conflicto hasta llegar a situaciones ideales, la visión debe ser general,
permitiendo al planificador entender los escenarios en toda su complejidad, no
una parte del problema, como una especie de error de composición, sino por el
contrario, su mirada al frente, desnudando el horizonte.
En este sentido, bien vale la pena,
recordar la fábula de los tres hermanos, que nos trajo el poeta Silvio Rodríguez,
la cual es una radiografía de los planificadores y su visión ante los problemas
que los acosan y la forma como éstos abordan esas posibles soluciones. El
abordaje que solo busca atender la inmediatez, se confronta con el abordaje que
debe respetar lo estructural, son dos formas de actuar que rivalizan una a la
otra, nos enseñan a realizar la tarea con esfuerzo, para que cumplamos y
alcancemos los objetivos, pero pocas veces, nos sentamos a reflexionar en las
cosas que debemos hacer para que no se repitan las situaciones que atendemos
como tareas exhaustas y darle una solución definitiva.
Son formas de mirar la vida, la
que nos lleva a actuar. Nuestra conclusión no debe inclinarse a determinar cuál
de ella es la mejor, nuestra energía debe orientarse a fortalecer nuestros
criterios y cimentar acciones de ir a la causa de las cosas, aterrizar en las
realidades concretas que nos dicen hoy, lo que sucederá posiblemente mañana y no
la construcción del presente bajo la aspiración de un futuro deseado y
fundamentado solo en la aspiración, hagamos distinción entre lo urgente y lo
importante, separemos de una situación observada, sus variables, aquellas que
con cabeza fría pueden verse con claridad, hagamos hincapié en la pregunta
necesaria, aquella que nos dice ¿Por qué ocurre esto? Y no actuar en función de
aquella que mueve nuestros esfuerzos ¿Qué ocurre?
Detengamos nosotros, no lo que
ocurre, sino nuestro accionar que responde inmediatamente a los hechos, hagamos
las cosas que en el tiempo solucionan los problemas que hoy ocupan nuestra
atención, es un tema económico (según lo pueden ver algunos) pero sobretodo, es
un tema de energías, aquellas que se desgastan con el mal uso, aquellas que
pasan factura al final del camino, aquellas que nos castigan por perder la
visión global de lo que queríamos y gastamos el tiempo viendo el pañuelo rojo
que la vida misma nos sacaba.