“…soy el desarrollo en carne viva, un discurso político
sin saliva, las caras más bonitas que he conocido, soy la fotografía de un
desaparecido, la sangre dentro tus venas soy un pedazo de tierra que vale la
pena…”
Calle 13 y Orquesta Sinfónica Simón Bolívar.
Latinoamérica. 2011.
Es menester el último trimestre
de cada año, definir en líneas gruesas, lo que será la bitácora a seguir en el
siguiente año, para las instituciones y dependencias públicas, al menos, una
tradición que ha hecho raíces en la tierra de Bolívar, Sucre y Robinson, entre
otros.
Tal visión tentativa de un
escenario favorable o no, responde a los lineamientos de un novel instrumento
jurídico, que recoge en teoría, lo que debemos hacer como nación en términos de
planificación, nos referimos a la Ley Orgánica de Planificación Pública y
Popular, conocida en su esencia, como aquella disposición que trae consigo la
concepción del famoso Plan de la Patria.
Esta ley, en sus disposiciones
marca detalladamente, el sistema de planificación pública en el cual se
encierran los objetivos, metas, acciones y actividades que deben realizar las
instituciones públicas para alcanzar el objetivo central por el cual fueron
creadas; la satisfacción de necesidades colectivas.
Esta planificación en “sistema”
denota en su esencia, la necesidad de concatenarse con otras planificaciones
previas o consecuentes, que también se hallan en el sistema de planificación
pública y, es que la necesidad de organizarse surge como un patrón lineal que
debe servir de referencia, sin importar quien este planificando. Así, el
planificador comprende que su visualización futura debe responder a escenarios
comunes, que resultan del entendido que subsistimos en el mismo País.
Esta lógica conductual de la
planificación, nos explica en la práctica, como los instrumentos se entrecruzan
en su orden lógico, de manera, que tenemos una “Acción Específica” que realizar
y de allí se comprende el hecho de que la misma necesita recursos financieros
para su ejecución, concretando la paridad entre la ejecución física y la
ejecución financiera, una especie de amor entre los aguaceros y los blancos
lirios de mayo, en palabras de Armando Martínez.
Más adentrado en el tema
planificación, los recursos pasan a ser las piezas colocadas en la mesa para su
uso correcto, cual mecánico y sus repuestos para armar un motor, haciendo
consecuentemente entender, que las personas son necesarias como accionantes de
los procesos y su importancia se aprehende, en la misma medida que se aprecian
sus capacidades histriónicas de hacer, atinando en lo que conocemos como el
manejo del talento humano que nos profundiza los objetivos a alcanzar.
Presenciamos entonces, el nacimiento de uno de los primeros procesos en la
planificación, “los quienes” como unidad ejecutora, una muestra de identidad y
clima organizacional que nos encierra en una dependencia física, que incluso,
le pondremos hasta nombre.
No puede olvidarse en este festín
de planificación, las estimaciones de costos necesarias para visualizar
“cuánto” ha de costar en términos monetarios, lo que vamos a hacer, ya que en
la práctica aun cuando, se trata de una estimación, genera un acercamiento a
las realidades especificas de País que algunos entendidos en la materia
denominan contexto. Tener una idea de cuánto es su valor, es una forma de
conocer si es viable realizarla, concretando así, la génesis de lo que
conocemos como viabilidad económico-financiera.
En algunos casos, no considerar
estas lógicas, nos llevan a planificaciones que caen por su propio peso antes
de ser llevadas a la ejecución, no entender “que hacer” “con quien hacerlo” y
“cuánto cuesta” nos pudiera encerrar en la imposibilidad material de las cosas,
lo cual echa por tierra toda intención de crear, por más humilde y buen
intencionada que sea. Es necesario entonces, hilar fino en cuanto a lo que
planificamos, ajustarlo a nuestras competencias para no ser acusados de invadir
lo que le corresponde a otros, ya que en lo que se refiere a la administración
pública, tener dos o más entes haciendo lo mismo, además de ser duplicidad, es
un derroche de fondos monetarios que pueden ser aprovechados en otras acciones.
No se trata entonces de una
fórmula mágica o una especie de imaginarse un futuro incierto para plasmarlo en
un papel, se trata de armar acciones especificas concretas, que si pueden
alcanzarse, a un tiempo establecido y con un costo razonable, aquel que nos
dice, que puede lograrse el cometido sin incurrir en gastos colaterales que
aumentan exageradamente los presupuestos y hagan insostenible la institución,
ya que si pensamos, como cancelar la mano de obra por nosotros mismos sin
recurrir a ayudas de terceros, de seguro, nos invadiría la incertidumbre.
Busquemos entonces expresar
nuestra planificación en términos cada vez más explícitos, concretos, precisos,
asegurando el hilo congruente que une un Plan Operativo Anual, con una
estructura orgánica que lo envuelve dentro de una manta, que bien pudiéramos
llamar nuestro registro de asignación de cargos, solo así, estará más visible,
la forma de determinar cómo le brindamos materiales y suministros, como
alimentamos sus servicios no personales y de qué manera, le proporcionamos sus
activos reales.
Planifiquemos escenarios del
mañana, sentados en la realidad de hoy, sin olvidar, cual es la planificación
matriz de todo este proceso y quienes serán al fin de cuentas los beneficiarios
de lo que hacemos, deben ser tangibles y demostrables, solo así, tendrán
sentido las metas que nos propusimos.