“Hemos aprendido a volar como los
pájaros y a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de
vivir juntos como hermanos”. Matin Luther King.
En la vida, algunos se preparan
académicamente para ejercer una profesión; otros desarrollan destrezas para
trabajar en un oficio; unos más se entrenan en el arte de explorar un talento;
hay quienes prefieren dirigir una empresa y así, podemos continuar mencionando
ejemplo de afanes para ser mejores en lo que realizamos día a día para salir
adelante. Pero qué pasa si nos enfrenamos ante interrogantes como: ¿Qué hacemos
ante casos de discriminación? ¿ Por qué
no se respetan los derechos humanos? ¿Qué puedo hacer para que mi país sea un
lugar de armonía y paz entre sus habitantes? ¿ Sabemos solucionar conflictos
por la vía pacífica?
Aprender a ser buenos ciudadanos es
el nuevo reto. ¿Acaso no nos formamos
como ciudadanos a lo largo de la vida? ¿Será necesaria la educación formal en
este aspecto? Creo que sí. A diario vemos a gente muy brillante en su profesión
que no sabe ni respetar las señales de vialidad, gente muy exitosa en los
negocios transitando con hostilidad y a la defensiva, jóvenes a los que les da
lo mismo votar o no votar en los comicios electorales.
Ante esta realidad surgen las
competencias ciudadanas. Enrique Chaux, investigador de la Universidad de los
Andes, describe a las competencias
ciudadanas como el conjunto de habilidades cognitivas, emocionales y
comunicativas que hacen posible que las personas participen en la construcción
de una sociedad democrática, pacífica e incluyente. Son habilidades y valores
que debemos desarrollar desde pequeños para saber vivir con los otros y para
actuar de manera constructiva en la sociedad.
En el ámbito educativo ya se trabaja
por competencias, entendidas éstas como el desarrollo de valores, habilidades,
actitudes y conocimientos en cada asignatura. Es decir, la proyección de una
educación integral, que comprenda todas las dimensiones del ser humano: física,
intelectual, espiritual, emocional. El maestro no es más un transmisor de datos
y conocimientos, ni los alumnos receptores de información. Se busca ahora
potenciar al ser humano en su totalidad.
No es nada nuevo. Ya Platón decía: “No
os preocupéis solamente por el cuerpo y la fortuna, sino por el alma y por
hacerla lo más buena posible”. Sin embargo, ante la pérdida del tejido social
en nuestra realidad nacional, la falta de valores en la familia, la ausencia de
actitudes de empatía, armonía y solidaridad, se ha sido necesario retomar esta
formación integral de la que hablaba el filósofo. Ya sea en el aula de clases
en los diversos ámbitos de convivencia, las competencias ciudadanas se pueden
aprender, desarrollar y practicar.
Aprender a ser ciudadanos implica el
conocimiento de los derechos humanos y los principios constitucionales, su
respeto y su práctica cotidiana; significa superar sin violencia situaciones de
conflicto; es fomentar un pensamiento
reflexivo y crítico. Las competencias ciudadanas nos invitan a construir y
edificar en el diálogo y el debate; ayudan a encontrar acuerdos de beneficio
mutuos; nos permiten diseñar alternativas creativas de solución; nos brindan herramientas para el
manejo correcto de nuestras emociones y nos plantean oportunidades de
crecimiento, tanto personal como social.
Explica Enrique Chaux que la formación
como ciudadanos nos ayuda a transformar la vida en sus diferentes ámbitos para
construir una sociedad pacífica, democrática y respetuosa de las diferencias,
tanto en el entorno cercano como en el comunitario, incluso internacional.
Las competencias ciudadanas con las
habilidades que nos sirven para vivir en paz.