No quiero parecer como el descubridor del hilo negro pero el problema del crecimiento exponencial de la pobreza extrema en la Ciudad de México está tomando dimensiones alarmantes, cada día que pasa veo a más personas en situación de calle, tiradas sobre la banqueta, jardineras públicas, bancas de las alamedas y plazas, a las afueras de las estaciones del metro, oficinas de correos, estaciones del metrobús y un largo etcétera. A la par, también va in crescendo el número de personas que, regenteadas por poderosas mafias que cobran jugosas cuotas de "uso de piso", por adelantado, se dedican a la mendicidad lo mismo en las estaciones y vagones del metro que en diversos puntos estratégicos, todos ellos con gran confluencia de personas, que se dedican a la mendiciadad. Los disfraces van desde supuestos campesinos con pantalón y camisa de manta y huaraches, que sesentones rockeros con sus indispensables guitarras eléctricas y grandes crucificjos metálicos, "monjitas" vendiendo morelianas hasta dignos herederos de las culturas prehispánicas realizando danzas pretendidamente autóctonas al son de una flauta de caña.