En un
país donde la injusticia, la violencia y la desigualdad abren brechas cada vez
más hondas y profundas como enormes “socavones” que laceran la vida de los
ciudadanos, nos aproximamos al proceso de sucesión presidencial sin certeza
alguna sobre lo que éste nos depara. Peor aún, una vista al panorama político
revela, en la frase tradicional, una flaca caballada pero, a diferencia del
pasado, una crisis partidista que no augura nada bueno.
La
lógica política actual muestra que candidatos grises –de todos los partidos-
triunfan sobre candidatos con personalidad y posiciones interesantes que ya ni
siquiera despiertan entusiasmo entre sus propios correligionarios ¿Por qué…?
Para
responder a esta pregunta voy a ver la política a través de los ojos de la
ciencia, concretamente la selección natural y la evolución de las especies. Y
voy a unir la pregunta con una reflexión. Si la política es el arte de lo
posible, ¿Por qué los políticos son cada vez más inútiles?
Más
allá de México y Durango, un fenómeno que comienza a repetirse en todo el mundo
es el sentimiento de frustración de los ciudadanos con respecto a los
políticos. Nuestras opciones políticas se han reducido a la elección del
candidato que sea menos malo, aquel que pueda hacernos menos mal. ¿Cómo es que
la política se degradó a ello?
La
selección natural es el proceso mediante el cual únicamente los organismos que
mejor se adaptan a su medio ambiente sobreviven y trasmiten sus características
genéticas a otras generaciones, mientras las especies que menos se adaptan
tienden a ser eliminadas. De esta regla se desprende un principio: lo que los
organismos no utilizan tiende a perderse; lo que no usamos se degrada. Por
ejemplo, los pájaros que viven en islas remotas –y que por lo tanto no
enfrentan depredadores- con el tiempo pierden la capacidad de volar. Asimismo,
los organismos que se convierten en parásitos luego de pocas generaciones
pierden la mayor parte de su cuerpo, e incluso parte del cerebro. La línea de
fondo en este fenómeno es que las cualidades que no se mantienen activas
tienden a desaparecer.
Esto me
regresa a la misma pregunta. Si la política es el arte de lo posible, ¿Por qué
los políticos son cada día más imposibles? Mi teoría es que las elecciones son
un método similar a la selección natural. Son, de hecho, un proceso de selección
–social- que a través de instituciones crea un medio ambiente de competencia al
que las especies –políticos y ciudadanos- deben adaptarse para sobrevivir.
Cuando
a los ciudadanos se nos pide seleccionar a la mejor de las opciones políticas,
se abre un espacio para discernir sobre aquellas cualidades en los políticos y
sus programas que nos son importantes. En este ejercicio, sicológicamente,
nuestra mente se centra en las características –positivas- que queremos
privilegiar. Esto es, nos centramos en las ventajas de un candidato sobre los
otros. En este proceso, un político con características promedio –un político
gris- es poco atractivo porque no tiene una ventaja sobre otros. El político
que presenta una mezcla interesante de características positivas -aunque otras
sean negativas- es más atractivo que el promedio. Sin embargo, cuando se nos
pregunta a quien debemos rechazar, nos centramos en los aspectos negativos de
los candidatos. Un político con muchos aspectos positivos –y que tenga algunos
negativos o problemáticos- está en desventaja con aquel que si bien no tiene
ningún aspecto positivo, tampoco tiene alguno que pueda ser considerado como
negativo. Aquí, ser promedio se convierte en una ventaja.
Durante
las últimas elecciones presidenciales, ¿votamos por el candidato que salía más
en la tele, aquel que no se salía del telepromter, el más “guapito”…? o ¿por
aquel que ofrecía respuestas y trayectoria sugerentes, propuestas audaces? La
estrategia electoral de moda –las campañas negativas- nos han convertido en
ciudadanos cínicos, y a los políticos en entes pusilánimes. Las campañas
negativas nos orillan a negarle el puesto a alguien, y no a ofrecérselo al
mejor.
Esto
significa que para ganar elecciones se necesitan candidatos grises, esos que no
dan ninguna razón para decirles que no. La selección social corre en contra de
políticos que presentan características intelectuales, profesionales y
personales complejas e interesantes, algunas atractivas, algunas inciertas. Del
brazo de las campañas negativas ha arribado el ejército de los políticos
mediocres.
El
problema de esta selección social es que elimina la posibilidad de elegir
políticos que tengan la capacidad e ímpetu de asumir riesgos, que sean
creativos, que acojan posiciones interesantes, que nos entusiasmen y que por
ello gocen de capital político para dirigirnos. Con el ambiente político que
hemos creado, estamos condenando a la extinción a esos políticos de antaño que
tenían la capacidad de hacer de la política el arte de lo posible.
La
selección natural dice que aquello que no da una ventaja competitiva comienza a
decaer. Al igual que los pájaros que viven en las islas remotas van perdiendo
sus alas, los ciudadanos estamos perdiendo el impulso que surge de los
políticos que se atreven a volar.