Literatura escrita por mujeres la poeta Rosario Castellanos

Meditación en el umbral

 

.

Ni concluir las leyes geométricas, contando

las vigas de la celda de castigo

como lo hizo Sor Juana. No es la solución

escribir, mientras llegan las visitas,

en la sala de estar de la familia Austen

ni encerrarse en el ático

de alguna residencia de la Nueva Inglaterra

y soñar, con la Biblia de los Dickinson,

debajo de una almohada de soltera.

Debe haber otro modo que no se llame Safo

ni Mesalina ni María Egipciaca

ni Magdalena ni Clemencia Isaura.

Otro modo de ser humano y libre.

Otro modo de ser.

(“Mujeres y la sexta”. Poemas de Rosario Castellanos)

Rosario Castellanos Figueroa, (Ciudad de México, 1925 – Tel Aviv, 1974), fue una narradora y poeta mexicana, considerada en este segundo género la más importante del siglo XX en su país. Durante su infancia vivió en Comitán (Chiapas), de donde procedía su familia. Fue hija de una importante familia de terratenientes. Desde esa época pudo observar a la sociedad mexicana desde el punto de vista del poder adquisitivo; esto le permitió advertir lo dura que resultaba la vida de los pueblos aborígenes, causando en ella un hondo impacto.

Con respecto a su formación académica, estudió Filosofía y Letras  en la UNAM obteniendo una maestría. Más tarde una beca le permitió perfeccionar sus estudios en España. Su vida personal fue intensa, tuvo un matrimonio desastroso y continuas depresiones.

Fue becaria Rockefeller en el Centro Mexicano de Escritores de 1954 a 1955. Promotora cultural en el Instituto de Ciencias y Artes en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; directora de Teatro Guiñol en el Centro Coordinador Tzeltal-Tzotzil, en el Instituto Nacional Indigenista en San Cristóbal, Chiapas; directora general de Información y Prensa de la Universidad Nacional Autónoma de México (1960-1966); profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (1962-1971).

Ejerció con gran éxito el magisterio en México y en el extranjero; en los Estados Unidos fue maestra invitada por las Universidades de Wisconsin y Bloomington en los años de 1966 y 1967.

Practicó con gran éxito todos los géneros literarios, destacando especialmente en el cultivo de la poesía, habiéndose convertido en una de las más importantes representantes de México en el último siglo.

La calidad de su producción literaria fue reconocida en los importantes premios obtenidos. Obtuvo el Premio Chiapas 1958, por Balún Canán. En 1961 se le otorgó el Premio Xavier Villaurrutia por Ciudad Real. En 1962 su libro Oficio de tinieblas obtuvo el Premio Sor Juana Inés de la Cruz. Además, fue merecedora del Premio Carlos Trouyet de Letras, 1967, y del Premio Elías Sourasky de Letras, 1972. Su obra ha sido incluida en diversas antologías y traducida a varios idiomas. En la Ciudad de México, un parque y una biblioteca pública llevan su nombre; ambos situados en la Delegación Cuajimalpa de Morelos.

Entre sus obras, destacan: Los convidados de Agosto (1964), su segundo libro de relatos, donde recrea los prejuicios de la clase media provinciana de su estado natal, y Álbum de Familia, 1971, que aborda la clase media urbana. En 1972, Rosario Castellanos reunió su obra en el volumen titulado Poesía no Eres Tú. Desde 1950, año en que publicara su tesis sobre Cultura Femenina, no dejó nunca de incursionar en el ensayo. En vida publicó 5 volúmenes y después de su muerte se publicaron otros 3; Juicios Sumarios (1966), Mujer que Sabe Latín (1973) y El Mar y sus Pescaditos (1975). De toda su obra, incluyendo su segundo volumen de teatro El eterno Femenino (1975), se desprende una clara conciencia del problema que significó, para su autora, la doble condición de ser mujer y mexicana.

Rosario Castellanos representa un continuo esfuerzo de liberación y su obra creativa es el testimonio de su afirmación feminista. Mediante su poesía, novelas, cuentos, artículos periodísticos y dramas siempre buscó demostrar el valor de la mujer como ser auténtico en contraste con la imagen femenina que la sociedad impone. Una absoluta sinceridad para poner de manifiesto su vida interior, la inadaptación del espíritu femenino en un mundo dominado por los hombres, la experiencia del psicoanálisis y una melancolía meditabunda constituyen algunos elementos definitorios de su obra.

En 1971 fue nombrada embajadora de México en Israel. Tres años después fallecía en Tel Aviv, a consecuencia de una descarga eléctrica provocada por una lámpara. Sus restos, por órdenes del Presidente Luis Echeverría, serían sepultados en la Rotonda de los Hombres Ilustres, en la Ciudad de México.

La escritora Elena Poniatowska la definió así: Rosario, en la vida diaria, era una mujer que reía y hacía reír con enorme facilidad. Estar con ella era un verdadero gusto. Escucharla, la garantía de una hora de deleite.

UNETE



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