De repente recordé un adagio, pensamiento o acervo popular, quizá una de esas reflexiones con las que mi abuela zanjaba situaciones y seguía paradita encarando la vida. “Mira , niño, en la vida hay dos tipos de problemas, los que se arreglan solos y los que no tienen solución” . Con eso se terminaban las cavilaciones y había que seguir en las cosas, en el día a día, en el trabajo sin pausa. Frente a esta última semana, ese sentido común, esa capacidad de reír en la desgracia, quizá sea lo que nos permite seguir vivos, remontando situaciones de profunda fatalidad.