Reseña "Todo esto te daré" de la escritora Dolores Redondo Premio Planeta 2016

Dolores Redondo utiliza la misma fórmula y consigue sus objetivos, como los alcanzados en su famosa trilogía del Baztán, con la que a muchos nos dejó cautivados.

 

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Personalmente, la obtención del premio Planeta con su “Todo esto te daré” nada tiene que ver con la emoción que me causó la espera, compra y lectura de su última obra.  Con lo cual, vaya por delante, el reconocimiento de que esta autora tiene puntos acumulados. Muy mal tendrían que haberse dado las cosas para que me hubiera decepcionado. Y aunque hay detalles y circunstancias en las que después me detendré –porque algunas cosas no me gustan o creo que merecen comentarios puntuales– Dolores Redondo sigue siendo un acierto.

  Ante todo, porque entretiene. Mucho. La repetición de los recursos que tan bien explota, no resta valor al resultado que obtiene tras más de seiscientas páginas de letras.

  Su nuevo escenario es fascinante. Afortunadamente hay parajes y entornos excelentes para dar y regalar juego en nuestra geografía. La Ribeira Sacra gallega es su nueva propuesta.

  Redondo vuelve a convertir los lugares en auténticos protagonistas de sus novelas. Y en este marco, nos deslumbra con el pazo de As Grileiras, un paraíso con el que se deleita y nos deleita: paseos, casas, jardines… A la belleza natural que ofrece el espacio físico la autora añade esas gotas de ambiente inquietante con las que sabe regar: flores, árboles, orografía (preciosa esa ladera donde se asientan las viñas de ribera que tienen denominación de origen) y demás complementos a los que suma como siempre la metereología, que también en Galicia tiene su propia personalidad.

  Pero, ¡cómo no! Dolores Redondo nos presenta pronto su primer muerto: en la cuarta página del texto. Y claro, no podía ser “cualquiera”. Álvaro pertenece a la poderosa familia Muñiz de Dávila. El comienzo de la novela describe el momento en el que se comunica la noticia a su marido, Manuel, escritor (me encantan los escritores infiltrados en las novelas. Lo reconozco), que por supuesto, no tiene ni idea de qué pintaba su esposo en tierras gallegas. Mucho menos, que su familia tuviera nada que ver con la nobleza y los rancios privilegios que arrastran desde un pasado remoto.

  Manuel se encuentra con todo el “pastel” al desplazarse a Galicia: debe reconocer el cadáver, tragar en unas horas que su marido era marqués, que su muerte no está muy clara y que para más inri, no contará con mucha ayuda para resolver dudas: de hecho tendrá que tirar con Nogueira, un desagradable guardia civil jubilado y Lucas, un cura amigo de la familia.

  Esos son los mimbres de los que se nutre la historia. «Ahí lo llevas», parece decir Dolores Redondo al lector. Se pone entonces manos a la obra y se arremanga a conciencia para presentarnos, dudas, secretos y todos los aperos necesarios para que sintamos ganas de más. Porque como ya imaginamos y no suponía Manuel en ningún momento, las trabas para responder a todo lo que nos preguntamos, están en todas partes.

  El particular universo del pazo envuelve lo mismo que sus moradores, como piececitas que mueven este engranaje, donde mienten y desmienten, en todas y cada una de las teorías que se plantean. Ese ameno recorrido policial y emocional enreda y como decía, entretiene con mayúsculas.

  No obstante –comentaba anteriormente–, hay algunas situaciones y subtramas, que no es que no encajen nada, pero sí es cierto, que parecen introducirse con demasiado peso para luego, no aportar exactamente todo lo que parecía que iban a sumar. Es el caso de la historia personal del propio Manuel. Sus pérdidas desde la infancia, su sensación de orfandad en el mundo, tienen un halo dramático que le adjudican de una manera un tanto facilona la etiqueta de sufriente. Aunque en realidad, después descubriremos que vivía en Babia desde hacía demasiado tiempo, ocupado en contemplarse a sí mismo.

  También relacionado con Manuel, llama la atención –pese al lógico rechazo que le inspira todo lo nuevo que está conociendo del desaparecido Álvaro– esa forma tan apasionada de rendirse a algunos secundarios en la novela, como es el caso de “perro y niño”. No diré más.

  Lo mismo sucede con la subtrama de la vida íntima de Nogueira, el guardia que le acompañará en esta aventura que le llega de golpe junto a la desgracia. Supongo que la única intención es la de humanizar a un personaje que desde el primer instante, revuelve un poco el estómago.

  Por otra parte, aunque yo misma me he apasionado con esta historia, es cierto que hay cierta tendencia a la reiteración de la intensidad y profundidad que se le pone a muchos gestos, miradas, roces y por supuesto, sensaciones y sentimientos.

  Pero termino como comenzaba: me gusta Dolores Redondo. Me gustó desde que la descubrí. Y aunque no tenga nada que ver con lo literario y su escritura, admiro su cercanía. Ese no (querer) cambiar pese al éxito. No es que la conozca personalmente (qué más quisiera), pero las redes sociales y los medios de comunicación son muy chivatos para lo bueno y para lo malo. Y en el caso de esta escritora sigo detectando la calma desde las alturas (no es fácil cuando eres foco de atención) y la misma sencillez y entereza que mostró desde que empezó a arrasar en el mundo de la literatura. Algo que creo, también hay que valorar en este universo a veces tan egocéntrico.

UNETE



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