Literatura escrita por mujeres, la escritora Svetlana Alexiévich

 

. Aún íbamos por

la calle agarrados de la mano, hasta cuando íbamos de compras.

Siempre juntos. Yo le decía: «Te quiero». Pero aún no

sabía cuánto le quería. Ni me lo imaginaba… Vivíamos en

la residencia de la unidad de bomberos, donde él trabajaba.

En el piso de arriba. Junto a otras tres familias jóvenes, con

una sola cocina para todos. Y en el bajo estaban los coches.

Unos camiones de bomberos rojos. Este era su trabajo. Yo

siempre estaba al corriente: dónde se encontraba, qué le

pasaba…

En mitad de la noche oí un ruido. Gritos. Miré por la ventana.

Él me vio:

—Cierra las ventanillas y acuéstate. Hay un incendio en

la central. Volveré pronto.

No vi la explosión. Solo las llamas. Todo parecía iluminado.

El cielo entero… Unas llamas altas. Y hollín. Un calor

horroroso. Y él seguía sin regresar.

(Voces de Chernóbil)

Svetlana Alexiévich nació en Ivano-Frankivsk, Bielorrusia, el 31 de mayo de 1948.Hija de un militar soviético, de origen bielorruso. Cuando su padre se retiró del Ejército, la familia se estableció en Bielorrusia y allí ella estudió periodismo en la Universidad de Minsk y trabajó en distintos medios de comunicación.

Fue reportera en Narowla, provincia de Gómel y trabajó en la revista literaria Neman de Minsk, donde escribió cuentos, ensayos y reportajes. Tras salir de Bielorrusia en 2000 residió en París, Gotenburgo y Berlín. En 2011 regresó a Minsk.

Se dio a conocer con La guerra no tiene rostro de mujer, una obra que finalizó en 1983 pero que, por cuestionar clichés sobre el heroísmo soviético y por su crudeza, solo llegó a ser publicada dos años más tarde gracias al proceso de reformas conocido por la perestroika. El estreno de la versión teatral de aquella crónica descarnada en el teatro de la Taganka de Moscú, en 1985, marcó un hito en la apertura iniciada por el dirigente soviético Mijaíl Gorbachov.En 1985 escribió Los últimos testigos. Cien relatos nada infantiles.

Muy influida por el escritor Alés Adamóvich, al que considera su maestro, Alexiévich aborda sus temas con técnica de montaje documental. Su especialidad es dejar fluir las voces -monólogos y corales- en torno a las experiencias del “hombre rojo” o el “homo sovieticus” y también postsoviético. La obra de Alexiévich gira en torno a la Unión Soviética para descomponer este concepto en destinos individuales y compartidos y, sobre todo, en tragedias concretas. Alexiévich  se mueve en el terreno del drama, explora las más terribles y desoladas vivencias y se asoma una y otra vez a la muerte. En 1989 publicó Los chicos de cinc sobre la experiencia de la guerra en Afganistán. Para escribirlo se recorrió el país entrevistando a madres de soldados que perecieron en la contienda. En 1993, publicó Cautivados por la muerte sobre los suicidios de quienes no habían podido sobrevivir al fin de la idea socialista. En 1997, le tocó el turno a la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil en Voces de Chernóbil, publicado en castellano en 2006 por Editorial Siglo XXI, que reeditó el año pasado Penguin Random House.

En 2013 lanzó El fin del Homo sovieticus, publicado en alemán y en ruso, y que en España  editará Acantilado, a principios de 2016. En este nuevo documento, Alexiévich se propone “escuchar honestamente a todos los participantes del drama socialista”, dice el prólogo. Afirma la escritora, que el homo sovieticus sigue todavía vivo, y no es solo ruso, sino también bielorruso, turcomano, ucraniano, kazajo… Ahora vivimos en distintos Estados, hablamos en distintas lenguas, pero somos inconfundibles, nos reconocen en seguida. Todos nosotros somos hijos del socialismo, afirma, refiriéndose a quienes son sus “vecinos por la memoria”. El mundo ha cambiado completamente y no estábamos verdaderamente preparados, dijo en una reciente entrevista a Le Monde. Atrapada aún en el espacio soviético, Alexiévich indaga con angustia y sufrimiento sobre el fin de una cultura, una civilización, unos mitos y unas esperanzas.

Desde 1996 ha recibido numerosos premios internacionales, entre otros: 1996: Ryszard-Kapuściński, Polonia; 1999: Premio Herder; 2005: Premio del Círculo de Críticos Nacional del Libro; 2013: Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán; 2015: Premio Nobel de Literatura, por su obra polifónica que, de acuerdo con el jurado, es un monumento al valor y al sufrimiento en nuestro tiempo.

UNETE



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