“Es bueno ser oveja, pero entre lobos es mejor
ser león”
Niko Kazantzaky.
Parecerá cierta la afirmación de que la educación es
la única alternativa de desarrollo de la sociedad. Sin embargo, elucubrar
sin saber el tipo de educación que se requiere, sería perder el tiempo, ya que
no hay un norte definido como tampoco unas políticas de Estado claras,
pertinentes y contundentes. En este texto esbozo algunas preguntas,
puesto que se presume que la esencia del progreso de los países
Latinoamericanos está en la educación y ya es hora de mover los hilos
posibilitadores de una que sea autentica, competente y autónoma, desligada de
intereses mercantiles ¿Qué tipo de educación se necesita para no seguir
subyugados a la voracidad capitalista en un mercado globalizado? ¿Qué formación
ético-moral deben recibir los profesionales y ciudadanos para no cometer
los errores de quienes, a pesar de ser “doctores”, han defraudado a nuestras
naciones, sometiéndolas al acabose y a la corrupción?
No se puede negar que la globalización ha
permitido a algunos países romper las fronteras para acrecentar sus intereses
financieros, más allá de ideologías, condiciones socioeconómicas, culturales y
diversidades étnicas. Para ellos lo prioritario es la sobrevivencia del
capital. Pero, donde los más desarrollados tecnológicamente someten a los menos
capacitados, haciéndolos perennes consumidores. Este fenómeno rompió el viejo
paradigma de las sociedades cerradas y nacionales, convirtiendo el mundo en una
sociedad planetaria como llaman a la internacionalización del sometimiento y la
expoliación. Entre éstas tenemos las de la cultura, la industria, la educación,
el deporte, entre muchas otras.
Los especialistas ven la globalización como panacea
socioeconómica. Allí los procesos económico-financieros, el crecimiento de las
tecnologías, del conocimiento, de la investigación científica y de la
información soportan todo el andamiaje de las sociedades. Verdad que merece
atención desde los centros del pensamiento y el conocimiento, puesto que puede
haber sesgo y mantener otras alternativas de progreso y desarrollo ocultas para
asignar una sola percepción e imponerse hegemónicamente al resto.
En la globalización, el crecimiento se
materializa cuando las compañías multinacionales y multimillonarias invierten
grandes cantidades de capitales en fábricas, servicios y empleos en países del
tercer mundo cuya mano de obra calificada es barata y la normatividad laboral
es totalmente endeble para protegerla, además de ser fácilmente
manipulada y sobornada por los protervos intereses del gran capital que se vale
de todo: exenciones de impuesto por motivos diversos, corrupción a granel,
violación a las normas laborales y legales, entre muchas otras acciones “non
santas”.
Pero ¿Quién no sabe que el crecimiento incontrolable
de la tecnología y de la ciencia requiere con urgencia una mano laboral
cualificada para satisfacer la ambición desmedida de los inversionistas de
grandes capitales? Creo que todos sabemos de ello. Entonces, ante esa palmaria
realidad, los inversionistas que necesitan maximizar sus ganancias y minimizar
las pérdidas financieras, recurren a la presión, exigiendo una educación
acomodada a sus intereses personales, mas no sociales y generales. La educación
que entra a jugar un papel trascendental en esta gran comedia donde unos
intereses materialistas son el eje de todo, inicia unas transformaciones con
unos diagnósticos descontextualizados, dejándose manipular e imponer criterios
tecnicistas sin la participación de quienes saben cuál es la problemática.
¿Pero a qué precio esa educación idealizada para la autonomía y la libertad del
individuo queda en las mentes de algunos soñadores, cuando priman
intereses mezquinos y materialistas?
La educación es el catalizador para la participación
en esa economía globalizada e igualitaria, pero a un alto precio. Porque ella,
basada en el uso de las tecnologías, de la información y en la transmisión de
esta última, debe tener como objetivo el beneficio de todos sin ir en
detrimento de la naturaleza ni de los seres humanos. Sin embargo, los olvidados
por diversos motivos políticos, económicos o de educación se convierten en las
víctimas del proceso sin que tengan sus beneficios, deslegitimando el sentido
de la comunidad y hermandad planetaria tan pregonado. Es decir, se pierde la
esencia de la educación liberadora del hombre.
Hoy, cuando se cuestiona el valor y el derecho a la
educación en los países en “vías de desarrollo”, la economía globalizada reduce
sus aportes, permitiendo una incongruencia entre la realidad y el discurso.
Lo que interesa en tener mano de obra barata y acrítica que se preocupe
únicamente por la producción para la subsistencia. No obstante, los sistemas de
educación de los países supuestamente desarrollados mantienen entre sus
objetivos la formación con calidad de sus profesionales, enmarcada en la
cualificación de las competencias requeridas para su desarrollo económico y
social, aunándose a esto la cualificación progresiva de los mismos sistemas
educativos. Factor que hace más ancha la brecha entre países ricos y países
ricos.
Los sistemas de educación son producto de los cambios
en la economía y la sociedad, actuando asimismo sobre ellos. Siempre ha habido
una relación tríadica entre educación-economía-sociedad, moviéndose y haciendo
homogéneamente un avance en la sociedad. Por tal razón, cuando se producen los
cambios en cualquiera de estos frentes hay unos movimientos que lesionan toda la
estructura a los cuales las sociedades deben estar prestas a reencauzar para
que no haya inestabilidad. Aunque, es bueno decir que muchas veces la escuela y
su sistema educativo no responden con la misma presteza, quedando rezagadas,
permitiendo que sus asociados queden en desventajas ante el resto de
sociedades. Quizás eso se da cuando no hay políticas responsables y
comprometidas con la autonomía, la dignidad y la soberanía de los pueblos, ya
que lo único que interesa es tener grandes capitales en pocas manos. Una
economía para pocos y hambre para muchos.
Cabe destacar que las amenazas de la escuela y sus
sistemas educativos ante la globalización requieren de una sesuda anticipación
de quienes desde su quehacer pedagógico imparten procesos de formación para la
libertad y la autonomía a través del enseñar a pensar, para que la sociedad
desventajada no siga sufriendo la invisibilización y el irrespeto de quienes
manejan a su antojo los hilos invisibles del poder del capital.
La lucha contra esos enemigos solapados de la
privatización y mercantilización de la educación con las consecuentes
injusticia, discriminación y agrandamiento de la brecha económica y social
entre ricos y pobres, además de la invisibilización de las tradiciones y la
diversidad cultural, debe partir desde una escuela libre con una
educación liberadora del pensamiento.
Se puede inferir que requerimos una educación para la
verdadera democracia, el respeto por la vida y la naturaleza, la socialización
del conocimiento posibilitador de igualdad para un mejor nivel de vida donde
hombres, mujeres, niños y ancianos tengan la certeza de saber que luchan y
trabajan por el bien de la especie humana en general y no para quienes chupan
cotidianamente la sangre de los más débiles, excluidos y sometidos. Que haya un
equilibrio que no desentone con el progreso y desarrolle de la humanidad, la
ciencia y la tecnología.
* Docente de Lengua castellana y literatura del
Distrito de Cartagena en la Institución Educativa Nuestra Señora del Perpetuo
Socorro y de Comunicación Oral y escrita de la Fundación Universitaria
Tecnológico Comfenalco.