"Literatura escrita por mujeres" la escritora Patricia Highsmith

El tren avanzaba impetuosamente con ritmo furioso y entrecortado. Tenía que detenerse, cada vez con mayor frecuencia, en estaciones de poca monta donde permanecía unos momentos esperando con impaciencia la señal para volver a embestir la pradera. Pero su avance apenas se notaba. Diríase que la pradera ondulaba solamente, como una inmensa manta, rosada y ocre, que alguien estuviese sacudiendo. Cuanto más rápido iba el tren, más vivaces y burlonas eran las ondulaciones.

 

. Tenía que detenerse, cada vez con mayor frecuencia, en estaciones de poca monta donde permanecía unos momentos esperando con impaciencia la señal para volver a embestir la pradera. Pero su avance apenas se notaba. Diríase que la pradera ondulaba solamente, como una inmensa manta, rosada y ocre, que alguien estuviese sacudiendo. Cuanto más rápido iba el tren, más vivaces y burlonas eran las ondulaciones.
Extraños en un tren (1950)

Patricia Highsmith nació el 19 de enero de 1921 en Fort Worth, Texas. Sus padres se habían divorciado nueve días antes y pasó los primeros años de su vida con su abuela. Cuando tenía tres años, su madre se casó con el dibujante Stanley Highsmith, al que consideró un intruso. Fue una niña solitaria y con tendencia a la introspección. Según ella misma ha confesado, su madre intentó abortarla bebiendo aguarrás. Patricia nunca superó esta relación de amor y odio con su madre. Tanto es así que le inspiró para escribir The Terrapin, en el que un joven apuñala a su madre.

Los Highsmith se trasladaron a Nueva York en 1927 y, aunque él no la adoptó legalmente, todos empezaron a llamarla Highsmith. Asistió a la escuela Julia Richmond y a los nueve años leía a Dickens y releía Crimen y castigo, de Dostoievski. Siendo muy joven leyó The human mind, de Karl Menninger, libro que incluye estudios científicos sobre conductas anormales.

Durante el instituto ya supo que quería ser escritora y escribió que los asuntos que más le interesaban eran la culpa, la mentira y el crimen. También la mística cristiana. Poe, Conrad y Dostoievski encabezaban la lista de sus autores preferidos en esa época. Fue luego al Barnard College para chicas de la Universidad de Columbia. Era guapa, inteligente, perseverante y muy seria y tímida. No se entendía bien con sus padres y tenía sentimientos de culpabilidad por sus tendencias homosexuales.

Acabó los estudios universitarios en 1942 y empezó a trabajar en 1943 en la editorial Fawcett, donde hacía sinopsis de historias de cómics aunque pronto empezó a escribir sus propios guiones. Ese mismo año, cuando tenía 22, consiguió piso propio: una habitación, cocina y baño por 40 dólares al mes. Y se embarcó en su primera novela, The click of the shutting, que más adelante describió como “una historia espeluznante”.

Empezó a escribir Extraños en un tren en 1947 y la acabó gracias a una beca de la Fundación Yaddo, en el Estado de Nueva York, dos años después. Fue rechazada por cinco editoriales. Ese año supo que tenía que publicar historias falsas para poder sobrevivir económicamente.

Dejó las juventudes comunistas, a las que se había vinculado en la universidad, porque le robaban tiempo para la literatura. El dinero no le llegaba a fin de mes y, además de su trabajo en Fawcett, tuvo que escribir pequeñas redacciones para otra editorial. Tampoco le alcanzaba el tiempo para todo lo que quería hacer, el trabajo, la literatura, cursos de dibujo, el cine, visitas a museos, una serie de aventuras amorosas. Sabía que durante sus encuentros con las amigas bebía demasiado. A los 24 años decidió cortar y viajar a México, donde estuvo, en Taxco, cinco meses. Fue una experiencia deprimente. En su vida solitaria hubo una excepción: los caracoles. Los criaba, los dibujó, fueron protagonistas de algunas de sus historias, se los llevaba consigo cada vez que se mudaba de casa. También los gatos.

En 1952 había visto censurada por sus propios editores la novela Carol, un canto a las relaciones lésbicas que ella misma practicó. Se vio obligada a publicarla bajo pseudónimo, Claire Morgan, y con el título de El precio de la sal.

Escribir era todo un ritual para ella, según explica en sus diarios. Todo cuanto la rodeara tenía que ser de máxima calidad: los mejores cigarrillos, una blusa recién planchada. En la pared, dos sables cruzados, uno de la guerra civil americana y otro de la guerra de Cuba, objetos a los que se podía “agarrar” y que la acompañaron durante toda su vida.

Las novelas comerciales le permitieron viajar a Europa hasta que se fue definitivamente de los Estados Unidos. En 1963, se instaló en Positano (Italia), donde 12 años antes había descubierto el “modelo” para Tom Ripley. Con El talento de Mr. Ripley(1954) termina la primera etapa donde ella misma confesaba que fueron de furioso aprendizaje.

Patricia Highsmith es una escritora que ha creado su propio mundo, un mundo claustrofóbico e irracional, escribió Graham Greene en el prólogo de Once, un libro de relatos en el que se hallan los escalofriantes El observador de caracoles y Sopa de tortuga. Le siguieron las novelas Mar de fondo, Un juego para los vivos, Dulce mal…

Escribió más de 30 libros entre novelas, ocho colecciones de cuentos, entre los que destacan los Little Tales of Misogyny (Cuentos misóginos), los Cuentos de animales y los Tales of Natural and Unnatural Catastrophes (Cuentos de catástrofes naturales y no naturales, 1987), ensayos y otros textos, y dejó numeroso material inédito. Obtuvo numerosos premios, entre ellos, el de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, otorgado por el Ministerio de Cultura de Francia en 1990.

Después de Italia, se fue al sur de Inglaterra y luego a Francia. En los ochenta se instaló en Suiza, donde, en Tegna, en 1987, se hizo construir una casa en un terreno de 2.100 metros cuadrados. Vivió allí hasta su muerte, el 4 de febrero de 1995. Tenía 74 años.

UNETE



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