En el
contexto de las recientes encuestas presentadas por El Financiero y El
Universal rumbo al 2018, destaqué en dos artículos anteriores el tema de los
ciudadanos apartidistas, indecisos y los antisistema; pero también, lo
importante que es para los partidos conocer el perfil, edades y confianza en
las instituciones políticas de los probables votantes, información que no debe
pasar desapercibida al margen del posicionamiento de los probables candidatos
que se van perfilando como favoritos o más conocidos por los ciudadanos.
Confieso
que me parece tramposo, por no decir que me suena impropio y hasta chocante,
que a poco más de dos años de que termine este sexenio se vayan promoviendo
“candidateables” hacia la Presidencia de la República, cuando hay temas de
política pública aún no resueltos y que pueden cambiar la perspectiva ciudadana
para esa elección; sin embargo, esta lucha es de grupos de poder, y a pesar de
que aún “falta tiempo”, no deja de ser revelador el acomodo de ciertos
intereses que van perfilándose dentro de cada partido y en el gobierno,
precisamente para contender por ese poder en el 2018.
Tampoco
es culpa de las encuestadoras y de los candidateables que el gobierno
prácticamente haya perdido relevancia e interés por parte de los ciudadanos y
los medios de comunicación por sus malos resultados, antes de la mitad del
sexenio.
Es en
este contexto que me resultan ilustrativos tres temas: i) el posicionamiento de
los candidateables al interior de su partido; ii) la lucha por la preferencia
electoral en un escenario de contienda por la Presidencia en el 2018; y iii) la
fragmentación o exceso de pluralidad política.
i)
Al
interior de cada partido.
A
juzgar por los datos que arrojan las encuestas, los priístas prefieren al
Secretario de Gobernación Osorio Chong, con 30%. Los panistas, a la ex primera
dama Margarita Zavala, con 40%. Los perredistas, a Miguel Ángel Mancera, con
78%. Los independientes a Margarita Zavala, con 28%, Miguel Ángel Mancera, con
20%, y a Jaime Rodríguez “El Bronco”, con 7. No hubo qué hacer el ejercicio en
Morena, porque ahí el candidato obligado es López Obrador.
Una
semana después, El Universal publicó cifras diferentes. El primer lugar fue
para Margarita Zavala, con 26%; luego López Obrador, con 23; Osorio Chong, con
22%; Miguel Ángel Mancera, con 6%, y El Bronco, con 5%.
Destacable
en estas encuestas la persistencia de López Obrador como candidato competitivo,
la gran ventaja de Osorio Chong en la preferencia de priístas, y la ventaja aún
mayor de Margarita Zavala entre panistas, y la enorme preferencia de perredistas
por Miguel Ángel Mancera; sin embargo, no es poca cosa el hecho de que, entre
votantes independientes, Margarita Zavala obtenga hasta un 28% y Mancera un
20%. Si sumáramos estos votos a los que obtienen como candidatos de un partido,
Zavala y Mancera serían los punteros absolutos.
ii)
Lucha
por la Presidencia.
En el
contexto de competencia por la Presidencia en 2018 entre estos personajes, en
ambas encuestas los resultados son muy parecidos. Los votantes de la encuesta
dieron por ganador a López Obrador, con 22% seguido por Margarita Zavala y Miguel
Ángel Osorio Chong, con 19%, Miguel Ángel Mancera, con 11%, y El Bronco, con 7%.
Hay un
empate técnico a tercios, pero es destacable que a pesar de que AMLO es puntero
(más por la legitimidad que le otorga el mal resultado que se percibe de la
gestión de Peña Nieto en el país), es una ventaja paupérrima que no lo muestra
tan poderoso como en las elecciones pasadas. Destaca, otra vez, la gran
posibilidad de consolidar una candidatura de Margarita Zavala por la vía
independiente; pero, también, es un presagio de debilidad del sistema de
partidos que se avecina en un futuro cercano.
iii)
Fragmentación
o exceso de pluralidad política.
Una
lectura paralela que estamos obligados a realizar en las encuestas de El Financiero
y El Universal sobre las preferencias electorales para la elección del 2018, es
que la fragmentación del voto puede crecer.
Es una
mala noticia porque la fragmentación del voto produce mayorías débiles, y las
mayorías débiles, o la falta de mayorías sólidas, son un problema grave para la
gobernabilidad democrática. Lo estamos viendo en estos días en España, en el
contexto de un régimen parlamentario.
En
México elegimos Presidente por seis años aunque en el gobierno electo tenga
minoría en el Congreso. Esto, que ha sucedido desde el año 2000, pone a los
presidentes electos en una posición de debilidad institucional crónica a la
hora de gobernar. Quizá esta debilidad sea el origen de algunas de las
decisiones de mayores consecuencias negativas que haya tenido nuestra
democracia: la dilapidación de la renta petrolera durante gestión de Vicente
Fox; la guerra contra el narco de Felipe Calderón; o el “Pacto Por México” de
este sexenio que ha paralizado a la oposición frente al poder del PRI.
Las
encuestas citadas anticipan para el 2018 una fragmentación mayor que la de las
elecciones de Fox, Calderón o Peña Nieto: una elección en la que el Presidente
podría ser electo por menos del 30% de los votos en las urnas.
Si con
50% de participación ciudadana en las urnas ya es poco legítimo salir vencedor,
imagínese los resultados con un tercio de los electores.