Al leve sonido que hicieron las sortijas de la cortina deslizándose sobre la varilla herrumbrosa, se incorporó Benedicto medio despierto y murmuró el nombre de Valentina.
Al leve sonido que hicieron las sortijas de la cortina deslizándose sobre la varilla herrumbrosa, se incorporó Benedicto medio despierto y murmuró el nombre de Valentina.
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(George Sand)