Está ocurriendo en este minuto, la muerte, los bombardeos,
los ataques suicidas, la muerte a control remoto.
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No puede la poesía aproximarse ni expresar en palabras el
dolor desgarrador de un padre sobreviviente de un naufragio, en el cual ha
perdido todo, su mujer y sus dos hijos pequeños. Sería un atrevimiento intentar
traducir esa desesperación, esa miserable guerra fundamentalista, que arrasa las
naciones invadidas, sin clemencia, sin reglas de derecho internacional,
terrorífica y mediática.
La palabra es lo más sublime de la humanidad, pero allí sólo
hay aullidos de odio, tráfico de armas, de personas, de posesiones petroleras,
de guerras reactivadoras de oscuros intereses que dominan el planeta. No cabe
la palabra entre bestias nauseabundas de codicia. Apenas la palabra levanta
ruegos, la humanidad reza en diferentes credos e idiomas. El clamor de las
oraciones pide al Dios único y de todos frenar a la Bestia, pero ella se
camufla, penetra conciencias, compra silencios cómplices, se mueve en la
indiferencia de medios que le bajan el perfil a las masacres y se quedan
flotando en la coyuntura.
Los poetas son ahora necesarios, se les requiere como
voceros al rescate del humanismo, convocan a no perder la capacidad de dolerse
en la tragedia que arrasa civilizaciones, naciones, familias, niños que son
tronchados en su más pura infancia. Imposible reflejar tamaña tragedia, pero si
se puede accionar para que nuestra sociedad no mire para el lado, que no
encapsule el dolor en datos estadísticos o se les exprese como costos
colaterales de un conflicto más en la historia de la sinrazón.
Los Poetas nos sumamos al duelo de millones de desplazados
por la guerra y pedimos abrir los corazones a la generosidad mínima, a la
solidaridad real que signifique acogerlos en nuestra tierra dándoles una
oportunidad de rehacer sus vidas.
Periodismo Independiente @hnarbona @comarcadepoetas en Twitter.