.
El hambre que sufre una de cada seis personas, algo más de
mil millones, no es una fatalidad a la que una parte de la humanidad esté
predestinada. Es resultado de la injusticia, de la violación del derecho
fundamental de toda persona a disponer, en todo momento, de alimentos en
cantidad y calidad suficiente que le permitan vivir una vida digna y saludable.
La producción de alimentos podría ser suficiente para
alimentar al doble de la población mundial. Así y todo, la cantidad de personas
que pasan hambre se ha incrementado en los últimos 30 años.
Una de cada cuatro personas no disponen de acceso a agua
potable y un tercio no tiene acceso a un saneamiento adecuado. El agua será un
tema complejo en los próximos lustros. Se debe crecer en la cultura de la
solidaridad. Pero también se nos invita a vivir con mayor austeridad;
redoblando los esfuerzos por un ahorro de energía y agua.
"Vivimos
en una época en la que las relaciones entre las naciones están dañadas por la
sospecha recíproca, la que se convierte en formas de agresión bélica y
económica; socava la amistad entre hermanos y rechaza o descarta al que ya está
excluido” dijo el Papa Francisco. Esto lleva a un aumento de la pobreza,
perjudicando el desarrollo pacífico de los pueblos.
"El
derecho a la alimentación sólo quedará garantizado si nos preocupamos por su
sujeto real, es decir, la persona que sufre los efectos del hambre," dice
el Papa. Vale decir, tras los números, debemos ver los rostros. No es limosna,
es justicia.
"Nos
hemos preocupado demasiado poco de los que pasan hambre. Duele constatar además
que la lucha contra el hambre y la desnutrición se ve obstaculizada por la
‘prioridad del mercado’ y por la ‘preeminencia de la ganancia’, que han
reducido los alimentos a una mercancía cualquiera, sujeta a especulación”,
señaló el Santo Padre en la FAO. Se da la paradoja de una coexistencia entre la
abundancia, una cultura del derroche de unos pocos, y la carencia mortífera de
otros.
Junto
con abordar el drama del hambre, se debe renovar el cuidado por la tierra y su
sustentabilidad. “Pienso en nuestra hermana y madre tierra ¿Somos libres de
presiones políticas y económicas para cuidarla, para evitar que se
autodestruya?”. Francisco nos recuerda que no hay planeta de repuesto. Nos
hemos sobregirado en el uso de los recursos naturales, gastando lo que
corresponde a las próximas generaciones. "Dios siempre perdona; los hombres,
a veces; la tierra no perdona nunca’”, recordó el Papa. “Cuidar la hermana
tierra, la madre tierra” no es un capricho adolescente: es asunto de
sobrevivencia.P.Hugo Tagletwitter: @hugotagle