.google.cl/books?id=Txa8Q6w3X8cC&printsec=frontcover&dq=the+geography+of+thought&hl=en&ei=xETpTZTIMofUtQP3sYHlDQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=1&ved=0CCcQ6AEwAA#v=onepage&q=individualism&f=false">interesante
argumento respecto a las formas de pensar orientales y occidentales, se nos
presenta la idea de que el individualismo es un invento occidental. Como
ejemplo, se señala que en el idioma Chino no existe una palabra para “individualismo,”
siendo la más cercana la palabra China para “egoísmo.” Asimismo, se nos muestra
que estas diferencias están aparejadas a diferencias en las concepciones de colectivismo,
siendo éste mucho más fuerte en las culturas orientales. Es en base a esa idea social
del individualismo que saltamos a la idea científica del individualismo: el
átomo, la unidad de análisis con que los griegos partieron para explicar las
propiedades de los objetos. Hasta hoy,
esta idea ha prevalecido en las ciencias, otorgándonos la validación de explicaciones
para los fenómenos del mundo natural, y asimismo un reafirmante del consenso al
respecto. No ocurre lo mismo cuando intentamos explicar las propiedades de las
sociedades como objetos de análisis.
Estudiando química, uno de las materias esenciales que se
tratan es la termodinámica estadística. En corto, la termodinámica estadística es
una rama de estudio de la físico-química
que genera herramientas y modelos para predecir las propiedades termodinámicas de
las sustancias (y sistemas) en base a la aplicación de distribuciones
normales sobre la población de entidades que forman la sustancia o sistema.
Salió complicado… la idea es asumir que las propiedades que uno puede medir y
sentir en el mundo macroscópico son el resultado de la distribución de esas
propiedades entre el grupo de las entidades que son parte del mundo
atómico-molecular, constituyentes del mundo macroscópico. Por ejemplo: la
presión del gas al interior de un globo inflado (una propiedad macroscópica) es
el resultado de la distribución de las presiones que cada partícula de gas “tiene”.
Sin embargo, no se puede medir ni asumir la presión de una molécula individual,
o de un átomo. Para ello se asumen otras medidas “individualizantes,” como la velocidad
del átomo o molécula. Así es como se acepta el uso de modelos matemáticos (físicos
y estadísticos) de comportamiento macroscópico, aplicados a los modelos de la
materia a nivel atómico-molecular. En otras palabras, nuestras percepciones de comportamiento
en el mundo macroscópico se imponen como modelos para entender el
comportamiento de entidades individuales inventadas, como son los átomos y
moléculas. A su vez, el comportamiento individual que resulta de la imposición
de esos modelos permite predecir el comportamiento del agregado de individuos:
el colectivo. Una relación compleja entre individuos y colectivos.
Muchas veces me he topado con personas cuya experiencia con
la ciencia escolar les permite decir que los átomos existen objetivamente y no
como producto de la imaginación “racional” humana. Incluso algunos me han dicho
que vieron fotografías de los átomos en sus libros de texto de ciencia. Ahora,
más allá del sentido del “pienso, luego existo” que le da vida a los átomos
como entidades naturalmente “existentes,” lo cierto es que materialmente solo
se cuenta con modelos que explican fenómenos, siendo el átomo un modelo más,
bastante consensuado y exitoso por cierto. La diferencia de la ciencia con
otras ramas del conocimiento es su relativamente alto nivel de consenso, en
particular con el paradigma actual del modelo atómico (o modelos atómicos). Ese
nivel de consenso no
implica que en ciencia no existan controversias históricas que muchas veces se
resuelven de manera política y no apelando al racionalismo objetivista que
tanto nos han mostrado como legitimador de la ciencia per se. No podemos decir lo mismo para las ciencias sociales, en
que los disensos analíticos parecen ser bastante más marcados. Como ejemplo, existe
un gran conflicto cuando los marcos analíticos con los que se explican los
procesos sociales y políticos asumen como punto de partida al individuo y su
relación con el colectivo, que se confronta cuando otros marcos parten del
colectivo para explicar al individuo.
Hay algo interesante respecto a la historia como experiencia
social y la historia como experiencia individual. Los anglicismos (perdónenme por
usarlos) history y story permiten hacer esa diferencia, esa
en que podemos ver por un lado una
totalidad histórica agregada en nuestra sociedad y por otro vemos nuestra
propia experiencia de vida en su tiempo. Sin embargo, history y story no son
entes separables, ni mucho menos “jerarquizables” como causantes uno del otro y
viceversa. Son entes que se relacionan en complejidad, y en los cuáles ninguna
explicación racional podría dar cuenta por completo sin considerar la
subjetividad de nosotros, los que vivimos la story de nuestros tiempos y organizamos la history de nuestros tiempos pasados.
Es quizá porque los
modelos que explican nuestro comportamiento son más visibles y personales, más
cercanos a nuestras stories, que
muchas veces nos negamos a asumir que hay estructuras superiores a los
individuos. Y es quizás también porque nuestra historia social, nuestra history, muestra patrones tan claros de
distribución determinista que nos negamos a dejar de lado que nuestra story está escrita desde antes.
No se trata acá de resolver la disputa sobre si el individuo
causa la sociedad o la sociedad causa a los individuos, pero sí de entender que
las comprensiones de nuestro mundo, natural y social, no son necesariamente un
resuelto de postulados científicos probados. Son el resultado de una mezcla de
ambas, como lo muestra el exitoso consenso, científico, de la termodinámica
estadística. En el fondo nuestras stories
son la expresión de nuestra individualidad en el marco de la history. Y a su vez nuestra history es el resultado del agregado de
acciones que realizamos en nuestras stories.
Las posiciones en torno a qué es lo que causa histories y stories se
van a mantener por un rato. Lo único que creo importante destacar es que no se
asuman relaciones causales directas entre uno y otro punto de partida como
verdades absolutas. No hay forma de probar uno como más válido que el otro en
todos los casos, y finalmente solo son posiciones analíticas que se transforman
en disputas políticas e ideológicas en el gran mar infinito de histories y stories.