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Aprovechando la celebración, un grupo de anárquicos irrumpieron
cobardemente en la Catedral a sabiendas de que nadie se podía defender en esas
circunstancias. Hay que hacer notar que la mayoría de los fieles eran mujeres,
gente de edad, la que podía estar a esa hora de trabajo en una celebración
religiosa.
Como señaló Monseñor Ezzati en su
carta a los fieles: “Por más de veinte minutos (estos anárquicos) intentaron
interrumpir la celebración, la que, a pesar de todo, gracias a la entereza de
los fieles pudo llegar hasta el final. La intolerancia de los fanáticos y su
violenta irracionalidad ha sido una grave ofensa a Dios y a toda la comunidad
de los creyentes en Cristo, ha dejado huellas dolorosas en agresiones y
maltrato a varias personas y en la destrucción y daño al patrimonio artístico
religioso del principal templo del país”. No es un asunto solo de los
católicos. Es una agresión cobarde contra la democracia, la tolerancia, el
respeto mínimo a la convivencia y la manera de entendernos. Destruir es fácil;
construir, es lo racional y valiente.Monseñor Contreras, obispo
auxiliar de Santiago, escribe en una editorial: “Impresiona el cinismo de quienes han convocado a la marcha por la muerte
del indefenso, justificando la irrupción violenta en la Catedral alegando que
la Iglesia tiene poder para oponerse a la libertad de los que propician la peor
de las masacres: la muerte de un ser indefenso en el vientre de la madre. Son
los exponentes de una anticultura de la muerte a quienes debemos denunciar en
sus programas "terapéuticos" y "eugenésicos" que ni
siquiera el nazismo de Hitler hubiese soñado. La Iglesia no tiene el poder de
la fuerza ni de la violencia. Sólo tiene el de Jesucristo. Nuestro Arzobispo ha
hecho un claro llamado a salvaguardar la expresión pública de la fe de los
ciudadanos chilenos, católicos y no católicos, garantizada por nuestra
Constitución”.Nada
peor que la cobardía. Lo más deleznable de estos ataques destemplados, a
conciencia, con premeditación y alevosía es el escudarse en la masa; no dar la
cara, actuar bajo el manto de impunidad que una complacencia ante la violencia
les ha regalado.La
tolerancia, el respeto a la diversidad, el diálogo como camino de encuentro son
la base de la democracia. No deterioremos los presupuestos básicos de los
derechos humanos, que son patrimonio de la cultura cristiana. Por culpa de unos
pocos que abusan de su poder, medios, matonaje, perdemos todos.Hugo TagleTw: @hugotagle