Hermana muerte. Reflexión sobre la muerte de Ismael Sánchez, muerto trágicamente en la nieve.

Me tocó presidir la misa de funeral de Ismael Sánchez, el joven que se accidentó hace una par de semanas en la nieve. Fui testigo de las horas de incertidumbre y dolor de sus familiares, sobre todo de su esposa – próximos a casarse por la iglesia – y de sus padres. Luego, el dolor indescriptible ante la confirmación de su muerte. 

 

. Fui testigo de las horas de incertidumbre y dolor de sus familiares, sobre todo de su esposa – próximos a casarse por la iglesia – y de sus padres. Luego, el dolor indescriptible ante la confirmación de su muerte. 

La esperanza contiene ante los dolores desgarradores. Escribo esto no para abrir heridas sino para compartir la gran muestra de fortaleza y fe que irradiaron tanto la Jesús -Tutú, como le dicen con cariño a su joven señora-, como sus padres y hermanos. Con fe se aborda, soporta mejor el dolor. Ese día y los posteriores me confirmaron que la fe acompaña, consuela, regala sentido a la existencia y nos permite sortear con esperanza el más duro de los golpes: la muerte abrupta de un ser querido. Ante lo incomprensible, solo cabe callar y asentir humildemente. “¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!” dice San Pablo.

La fe no es magia, ni sedante o aspirina. Jesús no vino a la tierra para hacer desaparecer esa faceta amarga de la vida sino para darle su sentido definitivo. Nuestros difuntos no desaparecen. Viven en nuestro recuerdo y oración. La Iglesia le dedica un buen espacio en la Misa para rezar por ellos. Lo que llamamos “El cuerpo místico” de Cristo no es una entelequia aburrida, sino pura realidad. Formamos una gran familia los de acá en la tierra con los del cielo. Por eso hacemos bien no solo en recordar anécdotas, vivencias, sino pedir la intercesión de nuestros difuntos.

Al final de la misa de funeral, repartieron un texto con una oración que se atribuye a San Agustín. Aquí, algunas frases: “La muerte no es nada. No he hecho más que pasar al otro lado. Lo que éramos el uno para el otro, seguimos siéndolo. Dame el nombre que siempre me diste; háblame como siempre me hablaste. No emplees un tono distinto. No adoptes una expresión solemne ni triste. Sigue riendo de lo que nos hacía reír juntos. Reza conmigo. Que mi nombre se pronuncie en casa como siempre lo fue, sin énfasis, sin alguna huella de sombra. La vida es lo que siempre fue: el hilo no se ha cortado ¿Por qué habría yo de estar fuera de tus pensamientos? ¿Sólo porque estoy fuera de tu vista? No estoy lejos, tan sólo a la vuelta del camino. Volverás a encontrar mi corazón, volverás a encontrar su ternura acendrada. Enjuga tus lágrimas y no llores si me amas”.

Un buen texto en las vísperas de la fiesta de la Virgen del Carmen y un buen agradecimiento a quienes soportan con ejemplar entereza la muerte de sus seres queridos.

Hugo Tagle

twitter: @hugotagle

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